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Actualizado: 6 de noviembre de 2025
Estamos ya bajo el tupido follaje.... Cierra, lector, los ojos por un momento. ¿No te crees transportado, en una serena noche de verano, á la orilla de una inmensa charca, y jurarías que sus ranas, en número infinito, cantan todas á la vez?
En su centro se eleva el madero de la cruz como foco de todo Sér y de sus diversas evoluciones, para expresar el sacrificio, hecho en aras de la humanidad por el espíritu infinito, y en virtud de su infinita misericordia.
Allí comienza el prólogo infinito De su pasión creciente Y patriotismo ardiente, En el Noli me tángere descrito, Con al arte de hacer a los patriotas En las batallas de candentes notas. Clarividente y singular atleta Ya era Rizal el escultor profeta.
Esta proposicion: «el ser infinito es el universo corpóreo,» equivale á esta otra: «el ser infinito es un ser esencialmente finito.» La misma contradiccion se hallará en cualquiera proposicion donde el sujeto sea el ser infinito, y el predicado una realidad individual distinta del ser infinito.
Aquí se encuentra el defecto del raciocinio de Descartes cuando pretende demostrar la existencia de Dios fundándose en que el predicado, existencia, está incluido en la idea de un ser necesario é infinito.
En el amor y en la compasión por el infeliz linaje humano, sin distinción de castas ni de jerarquías, estribaba aquella moral, pero no tenía un Dios misericordioso. Su Dios, si tal podía llamarse, era el ser único, infinito e indeterminado en quien todo cuanto es y en quien todo cuanto puede ser se contiene.
Era el medio menos natural que pudiera elegir, pues el renunciamiento, la muda resignación, no eran su fuerte. Y luego, un destino cruel ha querido que, a pesar de su gran inteligencia, de su enérgica voluntad, se viera arrastrada a una falta, que es la más común y la más cobarde del mundo, una falta que he leído en un número infinito de rostros cuando he sido llamado a atender enfermos graves.
Los ventanales estaban rojos, esparciendo en la cálida lobreguez de la noche risas, gritos, suspiros de violines, romanzas amorosas que denunciaban un cuello femenil, blanco y voluptuoso, hinchado por el deseo y por la música. Las gotas de luz perdidas en el infinito cambiaban sus parpadeos con las estrellas eléctricas medio ocultas en los negros follajes.
Yo no entiendo estas palabras: «eternidad», «infinito», «vida», «muerte». Sin embargo, nos explicamos con ellas; nos explicamos sin entendernos, y esto es precisamente lo más entretenido de la vida. Y así vamos, apaciblemente, acercándonos a un fin desapacible. Todo esto me lo sugirió la lectura del místico flamenco, al cual debí, durante algunas horas, un verdadero estado de gracia.
Pero rásganse las nubes que nos envuelven, y nos encontramos más allá de los límites terrestres, no sujetos al espacio y al tiempo, y en el dominio de lo infinito y de lo eterno. Aquí enmudecen todas las discordancias; aquí sólo se oyen las voces humanas á manera de himnos solemnes, acompañados de las melodías de la música sagrada.
Palabra del Dia
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