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Actualizado: 17 de junio de 2025


Si usted me sacó de la cárcel para hacer más grande la injuria que he recibido, hizo usted bien, por mi parte, porque estoy libre para pedirle cuenta de su acción, que es la acción más infame que puede cometer un hombre. Yo no cometo acciones infames. No le dejo pronunciar una palabra más sin que antes se apresure á desdecirse. , usted se desdirá. Todo eso es una calumnia.

Rufete desfiguraba los hechos para velar su cobardía, que quizás, o sin quizás, más que cobardía, fue complicidad con los infames asesinos. El oficialete declaraba haber salvado de la muerte a muchos franciscanos; pero los que lograron salir vivos de la infame jornada aseguraban que en el momento del conflicto no se vio al señor oficial por ninguna parte.

«La doctrina que afectaban profesar se reducía á recomendar á sus secuaces larga oración y meditación sobre las llagas de Cristo Crucificado, de la cual oración, hecha del modo que ellos aconsejaban, venían á resultar movimiento del sentido, gruesos y sensibles, ardor en la cara, sudor y desmayos, dolor de corazón y movimientos libidinosos, que aquellos infames llamaban derretirse en amor de Dios.

Tal vez al morir, desatando o rompiendo mi alma estas infames cadenas que la detienen, se haga hábil para ese amor con que Vd. desea que nos amemos.

Merced á los infames que la han corrompido, corren por la corte injuriosas calificaciones de nosotros y de nuestro club. ¡Que esos infames salgan de aquí! ¡Que se digan sus nombres! respondió la multitud con un rugido. No decía otro: esa especie de hombres no existe. existe exclamó exasperado el primero.

Y no le pesaba, no... cien muertes, cien muertes para los infames». «¿Qué haría don Víctor? ¿De qué comedia antigua se acordaría para vengar su ultraje cumplidamente? ¿La mataría a ella primero? ¿Iría antes a buscarle a él?...».

Eran las infames palabras que Velázquez acababa de pronunciar en presencia de la gente: «¡Me carga! ¡Me sofoca! ¡La he recogido en medio de la calle!...» No quiso entrar en la tienda en tal estado de agitación, por si había gente dentro: cruzó el paseo y se arrimó al pretil de la muralla.

¿Cuánto vale? Ya sabe Vd., señor Juan, que los cuadros están muy 85 baratos. Pues bien, dándolo barato. Hombre, si le dan a Vd. cuarenta reales, no será Vd. mal pagado. ¿Dice Vd. cuarenta o cuarenta mil? 90 Cuarenta, señor Juan, cuarenta, y es mucho. ¡Ah! ¡me he perdido! ¡ladrones! ¡infames ladrones! Después de esto ¿quién quiere comprar gangas? EL M

Y el diputado comenzaba a odiar su ciudad, viendo que devolvía con infames insultos el bien y la felicidad que él gozaba. Otra noche Leonora le recibió con una sonrisa que daba miedo.

Abominables sentencias, infames propósitos, conjuros del infierno, estaban grabados en mi pecho, como en lámina de bronce, pero con tinta invisible, que sólo el reactivo de los celos ha hecho patente para mi vergüenza. »El cielo ha humillado mi soberbia. Yo me estimaba en más, en muchísimo más de lo que soy.

Palabra del Dia

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