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Actualizado: 6 de junio de 2025


El primer maestre de Santiago que llevó el nombre de D. Pedro Muñiz de Godoy, electo en 1280, no consta hubiese fundado capilla alguna. Sábese, , que antes de ser elegido maestre fué comendador mayor de Castilla, y esta circunstancia ha podido tal vez inducir en error á Sanchez Feria al llamar comendador á otro D. Pedro Muñiz de Godoy, que en efecto vivia en el año de 1365.

Pensó, además, que la ocasión era menos favorable que nunca para inducir a su hijo a que se dedicase a la política y a su prima Adela, y, muy contrariada, dió otro giro a la conversación, esperando mejores días.

Ella, sin embargo, había sabido inducir al Padre, cuando había auditorio, a que hablase de y a que contase sus peregrinaciones. Y el Padre, si bien con modestia y sobriedad, no había podido menos de dejar entrever y de hacer que se estimasen los peligros que había corrido y las penalidades y fatigas que con valor heroico había sobrellevado.

No había absolutamente nada que pudiera inducir a sospechar que se hubiese cometido un crimen; por lo tanto, el jurado pronunció el veredicto, de acuerdo con la prueba pericial, de que la muerte era debida a causas naturales, y concedió permiso para trasladar el cadáver a Londres, donde debía ser sepultado.

¿Recuerda el lector que he copiado de un manuscrito que Facundo nunca se confesaba, ni oía misa, ni rezaba, y que él mismo decía que no creía en nada? Pues bien: el espíritu de partido aconsejó a un célebre predicador llamarlo el Enviado de Dios e inducir a la muchedumbre a seguir sus banderas.

Así como todo lector cándido y crédulo podrá inferir después de leer La sima que es una abominable patulea la mayoría de los seres humanos, la lectura de otra flamante novela que tengo sobre mi mesa, y cuyo título es Nieve y cieno, puede inducir en error menos cruel, pero no menos evidente. ¿Es verosímil, es frecuente en la vida real que haya un gran conjunto de hombres y de mujeres apacibles, sencillos, virtuosos y buenos a carta cabal, los cuales vivirían feliz y honradamente en un perpetuo y almibarado idilio, si no hubiese un tirano que les impusiese su yugo, que los tratase a puntapiés y que los dominase a su antojo, como fiero y rústico pastor a rebaño manso e inerme.

En el Oriente quedaron los astrólogos para investigar el porvenir interrogando a los astros, y los nigromantes para conocer las cosas ocultas por las ciencias ocultas; en el Occidente, los exorcistas para expulsar los demonios del cuerpo de los poseídos, y los beatos para inducir a los muertos a producir bienes y evitar males para los vivos.

Lord Gray ha tiempo que quería sacarme de la casa; yo me resistía; mas al fin tanto pensé en ello, tanto discurrí sobre aquel gran pecado a que él me quería inducir, que se me clavó dentro de la cabeza la idea de cometerle, y sin saber cómo lo cometí. ¿Por qué no te echaste en mis brazos para impedirme salir? Ahora vengo a que me fortalezcas.

Y así, cuando por bondad algún caballero la saca a bailar, se aferra a él, añadiendo a su condición de «planchadora» la de pelma. Le ocurre lo contrario que a la muy solicitada, la cual evita bailar muy seguido con el mismo caballero, actitud que podría inducir a la concurrencia en el error de suponer un principio de compromiso.

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