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Pero al acordarse de Quevedo, se acordó del duque de Lerma; al acordarse del duque de Lerma, recordó que para él le había dado una carta la abadesa de las Descalzas Reales, y que se la había dado de una manera urgente. Entonces hizo un paréntesis en sus imaginaciones, y dijo suspirando: Puesto que necesitamos vengarnos, es necesario servir á quien vengarnos puede.

En efecto: ninguna de dichas imaginaciones tienen cabida tratándose de un ciego: para él no hay ni color, ni sombras, ni luz, ni oscuridad, ni nada de cuanto se refiere á la vista; y sin embargo él concibe la extension: luego la dificultad claudica por su basa, viene al suelo. Luego la idea de extension es inseparable de las sensaciones del tacto. Tampoco esta consecuencia es legítima.

Al crecer, la chicuela no dejó de apercibirse de la impresión que producía en Juan, que permanecía extasiado ante su gentil personita, y supo darse aires dignos de una pequeña princesa acostumbrada a mandar y que quiere ser obedecida. Juan, se sometía, sin vacilar, a sus caprichos más fantásticos o imaginaciones más locas.

Casos, y no remotos, ha habido en que imaginaciones, las más medianas y áridas, han escrito obras dramáticas á granel, llenando los teatros de piezas insípidas y de ningún mérito, por cuyo motivo nada debe significar la simple fecundidad, cuando no va acompañada de verdadera poesía.

Gran parte de las heregías que en todos los tiempos han infestado la Iglesia, han nacido de imaginaciones fuertes, y fecundas.

Tenía el suelo patrio embebido en la masa de la sangre, y por donde quiera que andaba con sus imaginaciones y sus discursos, iba a parar a él, y de él hablaba hasta con la lengua extraña de los poetas o de los historiadores o de los geógrafos de la antigüedad que le habían traído a cuento en sus estrofas o en sus libros inmortales.

Adiós. La Reina de las Hadas." ¡Oh, querido Abenzeid! Ni las hojas de las flores cuando rompen su corola, son tan numerosas ni de matices tan vivos y diversos como los pensamientos que abrieron mi pecho a las imaginaciones del amor, cuando acabé de beberme las razones encantadas del billete misterioso.

Porque ¿que sabía él lo que era Damián?... Un pícaro probablemente, un bribón como todos, puesto que, a juzgar por lo que de mismo sentía él, sólo pueden admitirse dos clases de hombres: los ahorcados y los que merecen serlo. Rióse al cabo de sus locas imaginaciones, y vestido ya del todo, pidió un sombrero, unos guantes, un paraguas... ¿El señor marqués almorzará en casa?... No.

Aunque éstas no fuesen más que imaginaciones que vivían ocultas y satisfechas en el magín de nuestro señorito, todavía lograron trasladarse un tanto á la vida real por la fuerza de la costumbre y la huella que iban dejando en su espíritu.

En primer lugar suelen ocasionar el error las imaginaciones pequeñas: entiendo por pequeñas imaginaciones las que se llenan y satisfacen de cosas de ningun momento, y suelen hacer que el juicio las tenga por grandes, y se ocupe en ellas.