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Actualizado: 26 de junio de 2025
El menudo pueblo no tiene más placer saludable que cuando alcanza a ver humillados a los que lo humillan a él cotidianamente. Cuando tal manjar se nos presenta, todos debemos dar en él con cucharones de azumbre y media, hasta hartarnos y tomar nuestro desquite.
Como sucede a todos los que han conseguido elevarse, los defectos que universalmente se le reconocían, mejor dicho, la mala fama que tenía, no era obstáculo para que se le respetase, para que todos le hablasen con el sombrero en la mano y la sonrisa en los labios, aunque nunca hubiesen de necesitar de él. Los hombres muchas veces se humillan por el solo placer de humillarse.
Y tales contrastes decía, no humillan nunca al que aporta a la sociedad el contingente de su inteligencia, su celo y su talento. No afectaba el desprecio del dinero del cual tenía gran necesidad. Sabíalo yo sin que él me lo dijese.
SANCHO. Magnánimo señor, a quien las frentes Humillan estos montes coronados De nieve, que bajando en puras fuentes, Besan tus pies en estos verdes prados: Por consejo de Nuño y sus parientes, En tu valor divino confiados, Te vine a hablar y te pedí licencia, Y honraste mi humildad con tu presencia.
Lope Meléndez, ansí Se humillan cuellos bizarros De vasallos tan soberbios. Esta escena admirable ha sido imitada por Moreto en su famoso Valiente justiciero . Peribáñez y el comendador de Ocaña, Los comendadores de Córdoba y Fuente-Ovejuna, son tres dramas de asuntos análogos, en cuanto los tres tienen por objeto representar la tiranía y los abusos de los comendadores de las Ordenes militares.
Y otra vez cantó: Ven, muerte, tan escondida que no te sienta venir, porque el placer del morir no me torne a dar la vida. Y deste jaez otras coplitas y estrambotes, que cantados encantan y escritos suspenden. Pues, ¿qué cuando se humillan a componer un género de verso que en Candaya se usaba entonces, a quien ellos llamaban seguidillas?
La fuerza prevalece sobre el derecho, los poderosos humillan y tiranizan a los débiles y los grandes saquean, asesinan y devoran a los pequeños.
Todas esas miserias humanas, más comunes en los niños, y que sus madres toman por signo de salud, las afligen y humillan cuando son ellas quienes las sufren, temiendo verse privadas del cariño de sus compañeros. ¡Cuán poco conocen al hombre! Las pobres ignoran que el gran atractivo, el más vivo aguijón del amor, son los percances de la vida y no la belleza.
Palabra del Dia
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