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Actualizado: 5 de julio de 2025
A todos se nos entiende el arte de la marinería; bastimentos hallaremos en el navío, con todo lo necesario a la navegación, porque sus contrarios no le despojaron más que de las mujeres; y si es grande el agravio que hemos recebido, grandísima es la ocasión que para vengarle se nos ofrece.
En el siglo pasado, fué la isla de Rota testigo de una grandísima calamidad, que sumió á todos los habitantes en una profunda consternación. En los libros canónicos de la isla de Rota y garantida por la firma de un virtuoso recoleto, se registra un acta en que se consigna que sobre la isla se desarrolló un horroroso fenómeno marítimo.
Aquel día, con más sentimientos religiosos que de ordinario, antes de ir a la iglesia adonde pensaba ir y oír misa, abrió el cuadro del Cristo, se arrodilló delante de él y se puso a rezar con devoción grandísima. Había dicho a su doncella que no entrase hasta que ella llamara. Doña Luz se creía completamente sola.
El conde se puso lívido de cólera, y ya de pie, pronto a venir a las manos con el colegial, dijo con voz alterada: ¡Mientes, deslenguado! ¡Voy a deshacerte entre mis manos, hijo de la grandísima...!
I esto consistia en que encontraron el reino con grandisima miseria, i que ellos en vez de repararla, ocupados en las conquistas gastaban lo poco suyo, i á mas lo mucho ajeno que sacaban de los judíos conversos, castigados por el tribunal que componian los lobos i demás bestias feroces i carniceras que andaban por el mundo encubiertos con las apariencias de hombres.
«¡In illo tempore!»... continuó... En aquel tiempo se promulgó un edicto mandando empadronar a todo el mundo. Cuando llegó a los pastores que estaban en vela, cuidando sus rebaños, don Cayetano recordó su grandísima afición a la égloga y se enterneció muy de veras. Más enternecida estaba la Regenta, que seguía en su libro la sencilla y sublime narración. «¡El Niño Dios! ¡El Niño Dios!
El niño asoma en este momento, da un grito de alegría, y corre hácia su madre, que le abre los brazos. Esta aventura, que no tiene nada de particular para otros, tiene para mí una grandísima importancia, porque tiene una grandísima moralidad. La accion de la mujer de Batiñoles vale infinitamente más que el castillo, y que mil castillos del poeta de Lamartine.
Toda la batalla fue negocio de algunos segundos. D. Luis había estado sereno, como un filósofo estoico, a quien la dura ley de la necesidad obliga a ponerse en semejante conflicto, tan contrario a sus costumbres y modo de pensar; pero, no bien miró a su contrario por tierra, bañado en sangre, y como muerto, D. Luis sintió una angustia grandísima y temió que le diese una congoja.
Salté del lecho, y ví con sorpresa que no era flor alguna, sino un pájaro que se posaba en el barandal del balcón. Me acerqué con grandísima cautela, por miedo de auyentarlo. Al principio lo tomé por un loro, pero enseguida comprendí que era de mayor tamaño. No intentaré describir su maravilloso plumaje, porque no podría hacerlo.
La ilustración en las islas Marianas, con relación á pueblos de sus mismas condiciones, está á una grandísima altura, pudiéndose asegurar que un 80 á 90 por 100 de población sabe leer y escribir. Esto merece una explicación.
Palabra del Dia
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