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Actualizado: 21 de julio de 2025


Después, la visita á la señora de Freneuse, las confidencias de Giraud, la entrevista con Campistrón... ¡Ah! querido Jacobo; aquéllo era extraordinario. Cada paso que dábamos en nuestro camino, veíamos más claro. Jamás dos hombres han corrido aventura más interesante.

Están bien, señor; no se puede decir que están mal... ¡Ah! si su espíritu estuviese lo mismo... ¡Pero no lo está! no, no lo está. En fin, Giraud, no hay que desesperar. ¿Quién sabe? Todo puede cambiar. ¡Oh! no, señor; no hay esperanza alguna... Pero, con su permiso, si el señor quiere servirse entrar, iré á anunciarle á las señoras.

El hotel de los Freneuse aparecía silencioso y desolado, Jacobo no estaba allí ya, el criado se presentaba encorvado, tembloroso y triste, y él volvía á entrar como un extraño en aquella mansión antes abierta y risueña... Haga usted el favor, Giraud, de anunciar á las señoras mi venida; voy á esperar en el saloncillo donde...

Giraud, dijo; tengo que hablar á usted de su señorito y de los amigos de éste... Hay cosas que los padres no saben nunca y que son siempre conocidas de los servidores... He preguntado á las señoras y quiero ahora interrogar á usted. Respóndame, pues, con toda franqueza y sin omitir nada. El señor puede estar tranquilo; contaré cuanto sepa. No tengo nada que temer ni que perder.

Giraud vaciló un instante; pero había prometido decir lo que pensaba y cumplió su palabra: Con el respeto debido, señor, diré á usted que ese es un canalla. ¿En qué se funda usted para tratarle tan duramente? preguntó Marenval, algo extrañado por aquella vehemencia. En nada, señor. Nunca le he visto cometer una acción reprensible ni decir cosa mala; pero eso no impide que le tenga por un canalla.

Ya tendrá usted la prueba. Pero es importante que hable con la señora de Freneuse. El señor Marenval va á pedir que me reciba. Condúzcale usted y yo esperaré que me llamen. Entró en la pieza donde Marenval había interrogado tan largamente á Giraud acerca de Sorege, y el criado y Cipriano se encaminaron al salón en el que aquella madre desconsolada pasaba su existencia sin esperanza.

Nunca olvidaré lo que ha hecho, bien lo sabes. Sin embargo, si repara su falta y trabaja con nosotros por la rehabilitación de tu hermano... Para convencerme necesito algo más que vanas palabras, dijo la joven con amargura. Llamó y dijo á Giraud, que apareció en la puerta: Haga usted subir al señor de Tragomer. Y sin decir más, pasó por delante de su madre y de Marenval y salió.

Marenval escuchó atentamente al criado. Había conservado la paciencia necesaria en su antigua profesión para no violentar al cliente. Sabía muy bien que después los intentos y de las vacilaciones, los negocios se deciden, y esperaba un detalle imprevisto, una circunstancia nueva en el relato apasionado de Giraud.

Al decir estas palabras tan llenas de recuerdos para él, las lágrimas se agolparon á sus ojos. ¡Ah! señor Cristián, exclamó el criado conmovido. Nuestro Jacobo no le hará á usted compañía como en otro tiempo... Pero creo que no le ha olvidado usted y que le quiere todavía... ¡Oh! Bien pensaba yo que era imposible que hubiese abandonado á su amigo como los otros... No, Giraud, no le he abandonado.

La indiscreción de un empleado ó la charla de un doméstico podrían descubrirnos y echarlo todo á perder. ¿Y que haré yo para responder á ustedes? Seguirán el mismo camino. Mi ayuda de cámara es un hombre de confianza, como Giraud... Pueden ustedes darle sus cartas y él las dirigirá al capitán de nuestro yate.

Palabra del Dia

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