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Actualizado: 14 de junio de 2025


El emperador Heraclio había sido ya celebrado en el siglo XII en dos poemas, alemán el uno, por Otte, y francés el otro, de Gautier de Arras.

Creo, pues, innecesario repetir aquí lo que han escrito Chateaubriand, Zorrilla, Teófilo Gautier, Washington Irving y otros mil literatos, y me limitaré á deciros que, por lo que yo he visto, por lo que he leído y por lo que me han contado de cuanto hay en el globo, no existe teatro mejor dispuesto para el sueño del amor y la apoteosis de la mujer que aquel en que vamos á contemplar ahora á nuestra heroína.

Teófilo Gautier al ver las Meninas, por primera vez, como si confundiese lo real con lo pintado, preguntó: «pero, ¿dónde esta el cuadroPablo de Saint-Victor contó en él hasta tres atmósferas distintas: Lefort dice: que es la última palabra de la pintura realista y textual: Stirling afirma que allí Velázquez «parece haberse anticipado al descubrimiento de Daguerre y tomando un grupo reunido en una cámara, lo ha como por magia impreso para siempre en el lienzo»: Stevenson dice que esta obra «es cosa única y absoluta en la historia del arte».

El que ha leido las descripciones de Washington Irving, Teófilo Gautier y otros escritores, encuentra la realidad inferior, en el primer momento, y sale de la Alhambra bastante desilusionado.

A mi lado, por delante, hacia atrás, el grupo constante, eternamente reproducido, aquel grupo admirable de Gautier en su monografía del bourgeois parisiense, el padre, empeñoso y lleno de empuje, remolcando a su legítima con un brazo, mientras del otro pende el heredero cuyos pies tocan en el suela de tarde en tarde. La mamá arrastra otro como una fragata a un bote.

Que no se me pidan, pues, descripciones minuciosas de monumentos y curiosidades, que pueden hallarse en los libros ad hoc escritos por artistas-literatos, como Teófilo Gautier y otros. No me es dado ofrecer sino impresiones, ni quiero emitir sino reflexiones propias, sean ó no equivocadas.

Se hundían en él los jinetes, asaetados por todas partes, y los almogávares degollaron á la flor de la caballería franca, condes, marqueses y barones, siendo de los primeros en caer Gautier de Brienne. Luego de saquear el país, los vencedores se establecían en Atenas.

El exquisito veneno de Oriente, le trastornó; dominado por una melancolía invencible, pasaba los días sentado, sumido en un largo ensueño sin impulsos, esperando las revelaciones de la Pereza, esa gran amiga de los artistas, que Gautier llamó «la décima musa»; comiendo un huevo crudo cada veinticuatro horas y fumándose algunos días ciento ochenta pipas. Esta situación duró varios meses.

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