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Actualizado: 7 de junio de 2025
No, no le conocían bien: don Bernardino era un truchimán de primo cartello, y ya tendría a buen recaudo todos sus valores, para tomar las de Villadiego el mejor día; después, échenle ustedes un galgo. Que la familia se iba al Frigal, y salían las propiedades a remate... ¡farsa! ¡ojalá pudiera ella registrarles los baúles!
Ha sido un desastre, mi querido doctor, la quiebra de Schlingen me ha dividido de parte a parte; luego, mis compromisos anteriores... total, que ahí les abandono todo y me iré al Frigal cuanto antes, a esperar que el ciclón pase... ¡Y nada podemos hacer por usted! Ya ve, el mismo Hipotecario se nos ha plantado, y no es cosa de dar más que hablar. ¡Qué chambonada la suya!
Y si gritaban los otros, dejarlos: de pura envidia de no poder hacer lo mismo. ¡Válgame Dios! yo que te veía tan alto y te creía tan sólido, y ahora salimos con este escopetazo, ¡y es horrible, horrible, porque no daremos poco que hablar! ¿y las muchachas se conformarán en irse al Frigal ahora, Angelita, sobre todo? ¡qué desgracia, qué desgracia! Rompió a llorar.
¡Qué tiempo tan hermoso! dijo la de Vargas. Muy hermoso repitió la de Esteven, no parece de invierno. No parece, no... de modo que... ¿se van ustedes al Frigal? Sí, nos vamos al Frigal. Esto dió pie a misia Gregoria para hablar de la situación, de cómo estaba todo, los alquileres por las nubes... luego, ¡la dichosa Bolsa! El que entra allá, sale sin pellejo.
Papá se fue ayer a Montevideo añadió la niña, y no vuelve hasta la semana entrante, que se irá al Frigal con nosotros; él va a sentir mucho no haberla visto, tía Silda... La de Vargas movía la cabeza, con una sonrisa forzada en los labios pálidos. ¡Ah! está en Montevideo... ¡Ah! sí, en Montevideo.
Palabra del Dia
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