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Actualizado: 23 de mayo de 2025
¿De modo, que yo que ansiaba que llegase el momento de ver á mi libertadora, me encuentro con una especie de hermosísimo fraile que me predica un sermón de cuaresma? Esto no puede ser.
La hija del pecado no debiera tener bienes, ni honra, ni nombre siquiera, y todo esto conservará y de todo podrá gozar sin remordimientos, sin sonrojo. En la última parte de su discurso Doña Blanca estuvo hermosa, sublime como una pantera irritada y mortalmente herida. Se había puesto de pie. Al fraile se le figuraba que había crecido y que tocaba con la cabeza en el techo.
Pero no teniéndolos ¿qué desdeño ni qué sacrifico? Yo me he metido fraile creyendo que no servía sino para fraile. Luego he descubierto con horror y asco de mí mismo que ni para fraile sirvo.
Cuando el confesor del rey levantó la cabeza de su mano, Alonso del Camino, que le contemplaba con una atención y una curiosidad intensas, vió relucir por un momento un fuego sombrío en el fondo de los ojos del fraile.
Y creyendo salvar á Julî la hacía leer y releer el librito de Tandang Basio Macunat recomendándola fuese siempre á verse con el cura en el convento, como hacía la heroina que tanto ensalzaba el fraile, su autor.
Los presos eran tres: D. Carlos, un fraile aragonés que pereció el año 35 en Zaragoza cuando la célebre causa y conspiración de D. Vicente Ena, y un capitán de caballería que desde mucho antes andaba en aquellos trotes, y después de ser masón el 20 e indefinido el 24, había ingresado en los nacientes y aún no fogueados ejércitos del Infante.
¡Oh! ¡y si te hablara ese sillón! dijo el tío Manolillo. Si el sillón calla, España acusa con la boca cerrada los resultados de los secretos que junto á este sillón se han cruzado entre un rey demasiado rey, y un fraile demasiado fraile. Pero al fin, don Felipe II... No era don Felipe III. En cambio, el padre Chaves, no era el padre Aliaga.
Desde su asiento habló de mil cosas con animada y alegre conversación, resuelto á aguardar allí á que Don Casimiro se fuese y á que D. Valentín y Doña Clara despejasen, para hablar á solas con Doña Blanca. Doña Blanca adivinó la intención del fraile, entró en curiosidad, y pronto halló modo de despedir á D. Casimiro y de echar de la sala á D. Valentín y á Clarita.
El virrey puso el grito en el cielo y dijo, en un arrebato de cólera: que si su capellán iba desterrado, no haría el viaje solo, sino acompañado del fraile arzobispo.
El soldado echaba a cada suerte doce votos y otros tantos "pesias", aforrados en "porvidas". Yo me comí las uñas mientras el fraile ocupaba las suyas en mi moneda.
Palabra del Dia
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