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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Sus escasos triunfos servían para que la gente le abrumase con lecciones y consejos. «¡Así se mata! ¡Así debes hacer siempre, maulón!» Los partidarios fieles reconocían sus fracasos, pero los excusaban hablando de las hazañas realizadas por Gallardo en las tardes de buena fortuna. Se descuida algo decían . Está cansado. ¡Pero cuando él quiere!... ¡Ay!
Esta intimidación no producía terror: la gente aceptaba la visita como un espectáculo extraordinario é interesante. En vano los aviadores dejaban caer sobre la ciudad banderas alemanas con irónicos mensajes dando cuenta de los descalabros del ejército en retirada y de los fracasos de la ofensiva rusa. ¡Mentiras, todo mentiras!
Miró al techo, apiadándose del marino enamorado que una semana antes habitaba el piso superior. ¡Pobre hombre! ¡Cómo se habían reído de él!... Ulises se admiró á sí mismo como una personalidad completamente nueva, feliz y triunfadora, separado de la otra por un período doloroso de humillaciones y fracasos que no quería recordar.
Sus sonrisas, sus palabras, su modo de marchar por la cubierta hacia las cámaras del buque, denotaban una resolución de dar fin cuanto antes á su larga resistencia, cediendo á los deseos del marino. A pesar de los anteriores fracasos, éste sintió de nuevo la alegría del triunfo. «¡Ahora va á ser!
Así perpetuamente se eslabonan los fracasos con las dichas, teniendo en continua duda nuestros afectos, para que busquen en su centro la verdadera y estable felicidad.
Todavía las hembras, con el femenil sentimentalismo que lo espera todo de lo sobrenatural, admiran sus ojos que no ven, y aguardan una palabra de su boca, muda para siempre por el más colosal de los fracasos. Hay que gritarles: «No pidáis a los muertos: secad vuestras lágrimas para buscar en los vivos el remedio de vuestros males».
El caso es que llegó a mortificarme esta torpeza; y contribuyeron mucho a ello, más que las miradas dulzonas de Chisco, las risotadas brutales con que solemnizaba Chorcos cada enmienda que hacía su espingardón roñoso a los fracasos de mi escopeta.
La carga de la bebida en su estómago no tuvo poca parte en aquel desaliento horrible, durante el cual vio desfilar ante su mente los treinta años de fracasos que formaban su historia activa... Lo más singular fue que en su tristeza sentía una dulce voz silbándole en el oído: «Tú sirves para algo... no te amontones...». Mas no se convencía, no. «Al que me dijera pensaba , cuál es la judía cosa pa que sirve este piazo de hombre, le querría, si es caso, más que a mi padre». Aquel desventurado era como otros muchos seres que se pasan la mayor parte de la vida fuera de su sitio, rodando, rodando, sin llegar a fijarse en la casilla que su destino les ha marcado.
De quedarse allá, la cólera por los fracasos nacionales, sus relaciones de compañerismo, el ambiente en que vivía, todo le hubiese arrastrado á la revuelta. A aquellas horas estaría fusilado ó viviría en un presidio colonial, como tantos de sus antiguos camaradas. Alabó su resolución y dejó de pensar en los asuntos de su patria.
Los desgraciados la odian por instinto, al recibir sus limosnas: evitan el buscarla mientras pueden, viendo en ella una institución degradante, que perpetúa su esclavitud. Ese es otro de los grandes fracasos de la moral cristiana.
Palabra del Dia
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