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Actualizado: 28 de junio de 2025
¿Y soportas, además de la miseria, la vergüenza, tanta humillación, deber a todo el mundo, no pagar a nadie, vivir de mil enredos, trampas y embustes, no encontrar quien te fíe valor de dos reales, vernos perseguidos de tenderos y vendedores?
Basta callar. La Sibila del Oriente. Primero soy yo. El secreto á voces. La desdicha de la voz. El pintor de su deshonra. La cisma de Ingalaterra. Los cabellos de Absalón. Las cadenas del demonio. Las armas de la hermosura. La señora y la criada. Nadie fie sus secretos. Céfalo y Proclis. El castillo de Lindabridis. San Francisco de Borja. Bien vengas, mal, si vienes solo.
El pañuelo arrastrado por el movimiento constante del remolino, había ido naturalmente á enredarse en las ramas del fatal matorral, á una corta distancia de la opuesta ribera. Fíe en mí, señorita exclamó el señor de Bevallan. En diez minutos tendrá usted su pañuelo, ó no seré quién soy.
La acción, que forma el fondo de ambas composiciones, es parecida á la de La quinta de Florencia, de Lope, y sacada probablemente de la misma novela de Bandello: Yo me entiendo es más semejante á esa novela, mientras que Nadie fíe sus secretos, manifiesta mayor libertad en el manejo del asunto, y sólo la recuerda desde lejos.
Nadie fíe sus secretos. Tiene alguna semejanza con una comedia, Yo me entiendo, que lleva, ya el nombre de Lope de Vega, ya el de Calderón; pero, según todos los indicios, pertenece al primero, porque no hay que pensar siquiera que sea obra de Calderón.
No he oído nada absolutamente, señor capitán, a no ser una especie de gemido; pero, ¡por el Cielo! no se fíe usted, vale más que les hable a cañonazos; ese lenguaje lo entenderán perfectamente, ¡por San Pedro!, porque nuestro valiente almirante Galledo, que Dios tenga bajo su brazo derecho aquí se quitó su gorra , nuestro valiente almirante decía siempre que ésta era la lengua universal, y que...
Pero ¡canario! exclamó D. Juan; Marianito, ¿por qué no lo ha dicho usted, hombre? Entiendo muy bien, señor Cura, lo que usted quiere darme á entender con ese cuento, ó lo que sea; pero como ya á lo hecho pecho, quisiera saber si le parece á usted bien que fíe sólo mi justificación y defensa á la misericordia de Dios, procurando alcanzarla por la intercesión del glorioso San Isidro.
¡Vaya con Antoñico!... Se ha dedicao á recoger en su zahurda las palomas que se suertan... ¡Pa que se fíe uno de los amiguitos!... ¿Y quién es el tío para pedir el baúl? ¿Le toca algo con Soledad?... ¿Por qué no lo pide ella?... Y muy desabrido y amenazando cantar algunas claridades á Antoñico, se salió de casa. Era domingo de Carnaval. Las calles rebosaban de gente.
Palabra del Dia
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