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Actualizado: 24 de junio de 2025
Camilo percibe lo que hay en el pasaje, Eustaquio no; y sin embargo aquel discurre poco, apénas analiza, solo pronuncia algunas palabras entrecortadas, miéntras este diserta á fuer de buen retórico.
A la entrada del Gran Canal, las iglesias de San Simeon y Cármen Descalzo: ámbas de mármol, en su mayor parte, sabor monumental, primorosos adornos, fisonomía artística. El templo de San Eustaquio, próximo al elegantísimo palacio de Pésaro, en el Gran Canal, admirable tambien.
Camilo vuelve una y otra vez sobre las admirables páginas, y ora derrama lágrimas de ternura, ora centellea en sus ojos el mas vivo entusiasmo. «Esto es inimitable, exclama, es imposible leerlo sin conmoverse profundamente! ¡qué belleza de imágenes, qué fuego, qué delicadeza de sentimientos, qué propiedad de expresion, qué inexplicable enlace de concision y abundancia, de regularidad y lozanía!» «¡Oh! sí, le contesta Eustaquio, esto es muy hermoso; ya nos lo habian dicho en la escuela; y si lo observas, verás que todo está ajustado á las reglas del arte.»
EUSTAQUIO. Si es el Ocervo que yo me imagino, le vencerá desde el primer encuentro... En fin, tranquilícese... Yo me las apañaré para que no resulte mas que herido. ¿Dónde se bate usted...? EL SE
GÓMEZ. ¡De ninguna manera! No somos de la misma familia. ¡Además, yo no sé ni coger una espada...! EUSTAQUIO. ¡Bah! Ya le enseñaré a ponerse en guardia. No lo matarán. Apenas le herirán levemente. ¡Y esto es lo esencial! Mi amigo riñó ayer con un borracho... EUSTAQUIO. ¡Sí, sí! ¡Ya lo sé...! ¡En el cabaret de Lutecia...! PRUNE. ¿Cómo se ha enterado usted...?
Les juro que creía que mis compatriotas no tenían mas que sangre de nabo en las venas. Le prometo, señor vizconde, prepararlo con todo esmero. EUSTAQUIO. ¡Vamos a ver de qué se trata...! A mí me gusta conocer siempre el asunto, porque debe usted comprender que si éste no me agrada lo enviaré a un compañero. EL VIZCONDE. Apruebo sus escrúpulos.
EUSTAQUIO. ¡Estos sentimientos le honran! ¡Nunca se debe buscar camorra al prójimo! Lo que se debe hacer es aprovechar las ocasiones que éste le ofrezca a uno para romperle las narices. ¡Eso es todo! EL VIZCONDE. ¡Usted hará de juez, caballero!
Pero se ha levantado el estado de sitio y el duelo no es ya contrario a las leyes del honor. EL VIZCONDE. No es que tenga miedo; pero yo había contado con un breve aplazamiento a fin de adiestrarme. EUSTAQUIO. Voy a enseñarle a ponerse en guardia. Si sigue usted bien mis consejos, no arriesgará gran cosa.
EUSTAQUIO. ¡Oh! ¡Es cuestión de intuición...! Si hubiera tenido más tiempo, le hubiese enseñado a replicar inmediatamente. ¡Nada como esto para desconcertar a un adversario...! EL VIZCONDE. De todas maneras, mi querido maestro, si escapo de ésta vendré a perfeccionarme en su arte.
Palabra del Dia
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