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Actualizado: 8 de junio de 2025
Así es que, vencidos los obstáculos que se oponían a su dicha, viendo ya rendido a D. Luis, teniendo su promesa espontánea de que la tomaría por mujer legítima, y creyéndose con razón amada, adorada, de aquél a quien amaba y adoraba tanto, brincaba y reía y daba otras muestras de júbilo, que, en medio de todo, tenían mucho de infantil y de inocente. Era menester que D. Luis partiera.
La velada se prolongó sabrosamente para todas aquellas almas piadosas que servían a su Amo Divino en tales pequeños menesteres con una espontánea alegría precursora de la que habrán de sentir en el cielo cuando, trasformadas en ángeles, rodeen cantando el trono del Altísimo.
Y por esto, y por entender yo que para que una literatura sea espontánea y natural, importa que sólo tenga al público por Mecenas, ni pido ni quiero protección y auxilio del Gobierno para los que escriben dramas.
Los mozalbetes más osados acercaban a ella el rostro con cierta insolencia, pero la belleza bondadosa de aquella cara de María Santísima les imponía admiración y respeto. Las chalequeras no murmuraban ni reían al pasar Ana. ¡Es la Regenta! ¡Qué guapa es! Esto decían ellas y ellos. Era una alabanza espontánea, desinteresada.
Había algo de perverso, indefinible, en el tono de sus palabras, que se contradecía singularmente con la fina música de su voz, con la gracia espontánea de sus gestos y con su cara radiante: era como si dos almas, una maligna y otra divina, se confundieran en un mismo hechizo. A su lado la elegante Charito disminuía, se apagaba, parecía irremediablemente fea.
Según doña Beatriz, todo el papel de Inesita en la noche siguiente debía limitarse a decir con los ojos, por estilo vago y claro sin embargo, con tal arte que pareciese la frase irreflexiva y espontánea, con impecable pureza y sencillez de intención y sin prometer nada que pasase de amistad: «Me es usted simpático, aunque deploro que sea usted un tanto cuanto fatuo.
Por último, tampoco han cesado en el teatro los bailes nacionales para solazar á los espectadores, sobre todo en los entreactos, en los sainetes ó al final de las representaciones. Sin embargo, su natural sencillez, su gracia espontánea é ingénita, han cedido el puesto á las conveniencias teatrales y al afán de hacer efecto.
El poeta, que estaba consumido por ese horrible mal que se llama combustión espontánea, votó al día siguiente entre aquel enjambre borroso y hediondo, y, al apurar la última copa que le brindaron, cayó definitivamente herido por el delirium tremens. Pocas horas después murió aquel portentoso artista en el anónimo desconsolador de un hospital.
Aquí, abuelita, aquí respondió la niña saliendo de la estancia de su madre. Era una criatura que aun no había cumplido los tres años, rubia como el oro, tan habladora y espontánea, que ejercía sobre la abuela verdadera fascinación.
La venganza que Mochi se reservó para hacer pagar a su discípula la infidelidad espontánea, que él mismo había provocado, pero que le dolía, fue dejarla ver que él lo sabía todo y que el Duque era su mejor amigo y protector. Los regalos que Serafina ocultaba no eran la mitad del provecho que de tales relaciones había sacado la compañía.
Palabra del Dia
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