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Actualizado: 27 de junio de 2025
«Antes de las doce estará todo hecho. Tranquilícese usted... Para estas cosas me valgo yo de un amigo que es un lince... Sigilo, actividad, entendimiento, todo lo tiene; y despacha estos encargos en un decir Jesús».
El llanto de mis remordimientos lo lavaría todo; y, además, yo necesitaba aquello para vivir. »Salí en seguida con mayores alientos y mejores esperanzas; hice a mi doncella los encargos que juzgué convenientes para atender al cuidado de Luz, y bajé al portal. El aire, el sol, el ruido y el movimiento de la calle me produjeron una impresión tristísima.
Castaño, que no necesitaba tenedurías, le empleó en llevar recados y cobrar cuentas; pero aunque el buen señor desempeñaba estos encargos con docilidad, bien se le conocía que su principal gusto era no hacer nada, contemplar a Isidora, pasear con ella, y prestarle cuantos servicios hubiese menester.
Carecía de voluntad: el «servicio» la había convertido en un autómata. Y aquí estoy; sospechando que tal vez marcho á la muerte, pero cumpliendo los encargos que recibo; esforzándome por ser grata y retardar de este modo el cumplimiento de su venganza... Soy como un condenado que sabe que va á morir y procura hacerse necesario, para demorar unos meses su sentencia.
Por entonces tenía taller abierto Herrera y contaba con frecuentes encargos, habiendo hacia 1613 acudido á recibir sus lecciones don Diego Velázquez de Silva, que á la sazón contaba catorce años, pero que pronto tuvo que separarse de tal maestro, dicen, por la violencia de su carácter, poco apropósito para dedicarse á la enseñanza.
A un Gobierno, a quien tales y tan múltiples encargos se le confían, es menester habilitarle de muchísimo dinero, que él reparte después entre los que han de hacernos felices, dándonos salvación, ciencia, riqueza, sanidad, larga vida, agua, medios de locomoción y cuanto constituye nuestro bienestar y conveniencia.
Don Acisclo dio por evidente que tal carta sería una nueva tontería del Marqués. Sin embargo, según queda dicho ya varias veces, don Acisclo era un varón recto y temeroso de Dios; jamás faltaba a la probidad ni a la justicia, tratando de conciliarlas con su medro; y cumplía fielmente los encargos cuando el cumplirlos costaba poco o nada.
Palabra del Dia
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