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Actualizado: 8 de junio de 2025
Se ven á lo lejos las altas colinas á cuyo pié demora Palma, en un delicioso valle á orillas del Guadalquivir y del Jenil que se le reune allí. Tal parece como si el Jenil le trajese á esa poblacion las seducciones y los encantos de la vegetacion de Granada.
Posee gracia, hermosura, fortuna, nobleza; atesora todos los encantos de la Naturaleza avalorados por su primorosa educación moral. Y no sería cosa de entregar una joya tan preciada a un hombre incapaz de comprender su valor. »Aunque sea a través de la distancia, tómeme por confidente, Antoñita.
El día que usted ponga el pie en la senda de la vida, pero la vida real, entendámonos, el día que usted la conozca bien, con sus leyes, sus necesidades, sus rigores, sus deberes y sus cadenas, sus dificultades y sus penas, sus verdaderos dolores y sus encantos, verá usted cómo ella es sana, bella, fuerte y fecunda en virtud de sus mismas exactitudes. En cuanto a su recomendación la atenderé.
Yo creía, esperaba morir, porque no pensaba que el débil corazón de una mujer pudiese contener tantos dolores... Diga usted, ¿me vio usted pronta a expirar de desesperación a la noticia de su muerte?» A esta palabra, que me hería por primera vez, suspiré; sólo el pensamiento de que hubiese podido morir llevándome su amor y llorado por ella, me ofrecía encantos sin cuento y me inspiraba deseos.
Ya no tenía una mujer á su lado como prolongación inevitable; vivía entre hombres... Y apreció la castidad como un placer que se le ofrecía con todos los encantos de lo nuevo. La segunda noche, en la estrecha y maloliente cámara del patrón, se sintió desvelado por los recuerdos, que volvían á retoñar. ¡Oh, Freya!... ¡Cuándo la vería otra vez!...
¿Por qué, sin buscar alivio a mi dolor y a mi llanto, fijo en tí mi pensamiento, de tí no quiero apartarlo? ¿No hay, acaso, otras mujeres ni otros amores, acaso, ni otras beldades que amantes me reciban en sus brazos? ¿Acaso en tí solamente Natura ha depositado la esbeltez y la hermosura y los mayores encantos?
Su ingreso en la familia de Madariaga sirvió para que éste atendiese con menos interés á sus negocios. Tiraba de él la ciudad, con la atracción de los encantos no conocidos. Hablaba con desprecio de las mujeres del campo, chinas mal lavadas, que le inspiraban ahora repugnancia.
Las mencionadas damiselas entre merced y señoría son acaso las que más disfrutan de los encantos naturales y artísticos de la moribunda gran ciudad. ¡Por lo mismo que las pobres significan menos en lo presente, se aferran con más ahinco á lo pasado!
Supo hacerse el interesante, lo cual poco trabajo le costaba tratándose de Ana, que cada día iba descubriendo en él, aun sin verle, más encantos diabólicos.
La señorita Margarita, á pesar de su incompetencia, no dejaba de señalar sucesivamente á mi atención todos los encantos de aquel paisaje severo y dulce, acompañando, sin embargo, cada una de sus observaciones con una reserva irónica.
Palabra del Dia
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