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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Es el arma predilecta de los militares dijo el marqués, o el arma de los burgueses que no quieren batirse. Pero, en fin, ¡vaya, si os empeñáis, por el sable! Los testigos de Ayvaz-Bey mostráronse conformes. Se trajeron dos sables del cuartel del muelle de Orsay, y quedaron citados para las diez de la mañana en la pequeña aldea de Parthenay, situada en el antiguo camino de Sceaux.
El bufón no hablaba una sola palabra; acometía en silencio, y de tiempo en tiempo salían de su pecho rugidos poderosos, sordos; hálitos abrasadores, con los que parecía querer comunicar á su acero la fuerza de su rabia. Ved que me canso, tío repitió Quevedo. El tío Manolillo redobló su ataque. ¡Ah! dijo Quevedo ; ¿conque os empeñáis, hermano? pues señor, descansemos.
LEONOR. ¿Trajiste lo que te dije? RUIZ. Aquí está; por un jarope que no vale seis cornados ... LEONOR. El precio nada te importe. Toma esa cadena tú. RUIZ. Judío al fin. LEONOR. No te enojes. RUIZ. Diez maravedís de plata me llevó el Iscariote. LEONOR. Vete ya, Ruiz. RUIZ. ¿Os quedáis sola aquí? No, que me ahorquen primero... LEONOR. Quiero estar sola. RUIZ. Si os empeñáis... Buenas noches.
El tío Manolillo cantaba entretanto entre dientes, y mientras acababa de arreglar la vajilla, una canción picaresca. Pero había algo de horrible en el acento y en el canto del bufón. ¿Dónde están mi capa, mi sombrero, mi espada y mi daga? dijo Montiño, que buscaba por todos los rincones. ¿Cómo, os empeñáis en iros? Os juro que no me quedo aquí si no me matáis.
Eso ha podido ser un tajo que se os hubiese entrado hasta los dientes dijo el joven pronunciando esta nota con una calma admirable. El otro redobló su ataque. Es el caso que yo no quiero mataros dijo el sobrino de su tío ; no por cierto: sería bautizar mi entrada en Madrid con sangre. ¡Ah! ¿os empeñáis? pues... allá voy, camarada...
Si vos os empeñáis en manteneros puesta la carátula, nada tengo que hacer aquí... me habéis llamado en vano. Adiós. Y el tío Manolillo se levantó y se dirigió á la puerta. Esperad dijo el padre Aliaga. El bufón volvió atrás, se sentó de nuevo y miró audazmente al padre Aliaga. ¿Nos quitamos al fin el antifaz? dijo. El padre Aliaga no contestó directamente á esta pregunta.
Palabra del Dia
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