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Actualizado: 24 de junio de 2025
Más pienso que os costarían Las randas de un telarejo Que una legión de fregonas. No juzgaras mis deseos 1320 Por el camino que dices, Si te dijera el espejo El despejo de tu talle. DO
Yo te prometo que saldremos de dudas. ¿Qué vas a hacer? Poco he de poder, o despejo la situación. En la primer conversación que tenga con Tirso, le quito la careta. ¡Veremos quién lleva el gato al agua! En seguida avivaron el paso, separándose al llegar cerca de la calle de Botoneras, donde se despidieron, quedando Millán algo esperanzado con la intervención ofrecida.
Ella propria se apeó, 770 Le ató y de comer le dió Con despejo y bizarría. Volvíla á mirar y ví Que un arcabuz arrimaba. ¿Que es tan brava? Aunque es tan brava, 775 Os aseguro de mí Que más su cara temiera Que su arcabuz. ¿Habéis sido Galán? Bien me han parecido. Ya pasó la primavera, 780 Y estamos en el estío: Así los años se van. ¿Qué traje trae?
Su pobre falda negra y sus gruesas botas estaban llenas de barro y gastadas por las caminatas, y comprendí, por la manera cómo despejó su frente y echó abajo la desordenada masa de sus cabellos, que le dolía la cabeza.
Créese que influyó mucho en la feliz terminación de la lucha y en el más pronto despejo de la plaza, el haberse oído de repente el silbato de El Atlante, anunciando su entrada en el puerto; suceso que arrastró al muelle a la mayor parte de los espectadores de la refriega, y aun a algunos de los combatientes que estaban desocupados en el instante de oírse las pitadas del vapor.
Los hombres en esta edad prosaica rara vez se vuelven locos por amor; y locura era casarse con Ángela Guevara no poseyendo mucho dinero y buenos deseos de gastarlo: porque esta joven esclarecida, educada en la adoración de su estirpe, tenía de ella tan alto concepto y tan pagada estaba igualmente de su belleza, gallardo ingenio, despejo y gentileza, que ningún palacio consideraba bastante suntuoso, ningún trono suficiente elevado para contener y soportar tal suma de perfecciones.
En verdad que el uno es despejado y el otro encogido, que el uno parece penetrante y el otro torpe; que el uno es instruido y el otro rudo; pero ¿de qué sirven ni ese despejo, ni esa aparente penetracion, ni esa instruccion para el efecto de que se trata?
Váyase usted noramala. Tome usted para el billete de la señora. Diciendo esto, introdujo la diestra en el bolsillo de su americana, y sacó unos papeles grasientos y verdosos, cuya vista despejó al punto el perruno entrecejo del empleado, que al recibir el billete bajó dos o tres tonos el diapasón de su bronca voz.
Palabra del Dia
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