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Enfin, primero fueron ocupados Los troncos de aquel ancho circuito, Para honrar á poetas dedicados, Antes que yo en el numero infinito Hallase asiento: y asi en pie quedeme Despechado, colerico y marchito. Dixe entre : es posible que se estreme En perseguirme la fortuna airada, Que ofende á muchos y á ninguno teme?

Muley hubo de reportarse de nuevo con la hospitalidad concedida por el tío al incógnito pasajero, y rabioso y despechado cuanto más se veía obligado al disimulo, se derribó otra vez sobre el arrimo de las columnas, atalayando como un neblí desde el cielo cuanto pasaba en derredor suyo.

No hace falta más que una hora de dulzura y de firmeza para cambiar el amor despechado en una amistad pura y duradera. Yo le aseguro que no pensará más en el escándalo y será digna de encontrarse con nosotros sin embarazo y de enviar a buscar de cuando en cuando noticias de su hijo. Hay pocas mujeres que no estén expuestas a codearse en un salón con la antigua amante de su marido.

Penélope era la más amable de las mujeres, al decir de Homero, y sabía encontrar para todos una palabra cortés y una sonrisa graciosa. ¿Es que con el tiempo se ha convertido en una viejecita huraña y gruñona? Elena guardó silencio. Núñez siguió bromeando unos instantes; pero viendo que no lograba arrancarle una palabra, despechado, concluyó por imitarla y dejarse conducir hasta la casa.

Por más que esto le dejase un poco despechado, no lo manifestó; estaba acostumbrado ya a ver a Miguel meterse en la cabeza los libros rápidamente; por otra parte, el hijo del brigadier tenía la delicadeza de no comentar el asunto de las notas y darle muy poca importancia. En el curso siguiente Miguel dejó la compañía del teniente y sus disipados amigos y se aplicó de todas veras al estudio.

Miren vuestras mercedes también cómo el emperador vuelve las espaldas y deja despechado a don Gaiferos, el cual ya ven como arroja, impaciente de la cólera, lejos de el tablero y las tablas, y pide apriesa las armas, y a don Roldán, su primo, pide prestada su espada Durindana, y cómo don Roldán no se la quiere prestar, ofreciéndole su compañía en la difícil empresa en que se pone; pero el valeroso enojado no lo quiere aceptar; antes, dice que él solo es bastante para sacar a su esposa, si bien estuviese metida en el más hondo centro de la tierra; y, con esto, se entra a armar, para ponerse luego en camino.