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Actualizado: 9 de julio de 2025


Pero las naciones son como los hombres: para brillar incomparablemente en la historia, necesitan desgarrarse el seno en una gestación dolorosa; para crear el arte, es indispensable esa actividad intelectual, lírica, fantástica, reñida con la práctica, que trae las fatales confusiones entre el sueño y la realidad, que determinan la guerra del Peloponeso, él torbellino italiano del siglo XVI o la monstruosa sacudida del 89.

Aún no había llegado el cantaor a mitad de su lenta copla, cuando sonaba otra voz, y luego otra, como si se entablase un pugilato musical, y la calle se poblaba de invisibles pájaros, unos roncos, con estremecimientos de pulmón quebrantado, otros chillones, con alarido perforante que hacía pensar en un cuello rojo e hinchado próximo a desgarrarse.

Pasaban y venían otras, y después otras que parecían las de antes, que habían dado la vuelta al mundo para desgarrarse en Corfín otra vez.

En tanto que Sancho Panza y su mujer Teresa Cascajo pasaron la impertinente referida plática, no estaban ociosas la sobrina y el ama de don Quijote, que por mil señales iban coligiendo que su tío y señor quería desgarrarse la vez tercera, y volver al ejercicio de su, para ellas, mal andante caballería: procuraban por todas las vías posibles apartarle de tan mal pensamiento, pero todo era predicar en desierto y majar en hierro frío.

Pero al pie del árbol había un bardal bastante espeso, y en este bardal cayó la miruella. Cerca de un cuarto de hora invirtió en buscarla el pacientísimo cazador, que al fin la encontró; pero no sin desgarrarse las manos con las punzantes zarzas.

Magdalena abrió los ojos, quiso incorporarse exclamando: «¡Aire! ¡aire! ¡Me ahogo!» y se desplomó lanzando un suspiro. Era el último. Magdalena de Avrigny ya no existía. Levantose el doctor y con voz ahogada dijo: ¡Adiós, Magdalena! ¡Adiós, hija mía! Amaury lanzó un grito terrible. Antonia sollozaba como si su pecho fuera a desgarrarse.

Siguiendo la costumbre, ocultaba parte del rostro en un pañuelo que sostenía con el brazo apoyado en el tamboril. Febrer sentía congoja al escuchar esta voz doliente. Creía que iba a desgarrarse su pecho, a estallar su garganta; pero los oyentes, habituados al canto bárbaro, tan anonadador como la danza, no paraban atención en la fatiga del cantor ni se cansaban de su interminable relato.

Palabra del Dia

godella

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