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Actualizado: 24 de julio de 2025
Todo era creíble en su carácter. La marcha de aquel día fue más penosa que la del anterior; pues a los inconvenientes de la víspera hubo que añadir los que ofrecían una capa de nieve de más de media vara de espesor, con que se hallaron a las pocas horas de camino, y la que continuaba cayendo. Frecuentes veces tenían que apearse los viajeros para descender rápidas pendientes.
Escondido tras uno de los pilares vi descender de los coches y subir pausadamente a las personas que eran esperadas, y al mirar al diplomático, que cargaba en sus brazos a una mujer para bajarla del carruaje, reconocí a la monjita de Córdoba.
Véselas salir sucesivamente por la misma parte que aquél, subir por la bóveda celeste, y luego descender, para ocultarse por el opuesto. De ahí resulta que las estrellas ocupan siempre las mismas posiciones relativas.
12 Y ejerce todo el poder de la primera bestia en presencia de él; y hace a la tierra y a los moradores de ella adorar la primera bestia, cuya llaga de muerte fue curada. 13 Y hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres.
Su respiración comenzó a ser menos agitada. Abriose su boca, absorbiendo el aire con grandes y ruidosas aspiraciones; la nariz se dilató desmesuradamente, chocando después sus alillas al contraerse. Comenzaron a descender en intensidad los estremecimientos; los músculos cesaron de contraerse. Los brazos se extendieron pegados a las piernas inmóviles.
El se aprovechó de esto, menudeando sus visitas á la casa de la avenida Víctor Hugo, para descender por la escalera de servicio grandes paquetes que engrosaban las provisiones del estudio. Todas las alegrías de una buena ama de llaves las conoció al contemplar los tesoros guardados en su cocina: grandes latas de carne en conserva, pirámides de botes, sacos de legumbres secas.
Asegura Perucho que no ha sabido jamás si fue el miedo o su propia voluntad lo que le obligó a descolgarse del murallón y descender, más bien que a saltos, rodando, los atajos conocidos, magullándose el cuerpo, poniéndose en trizas la ropa, sin hacer caso de lo uno ni de lo otro.
Y Cristina daba á entender en su gesto la diferencia inabordable que aún existía para ella, entre la aristocracia antigua, defensora de la tradición, y aquella otra recién formada é hija de la fortuna, á la cual se había dignado descender.
Ya otra vez tuve miedo de descender a mi interior para realizar un examen de conciencia, este deber que siempre me ha sido fácil, y agradable. Pero el miedo de entonces nada tenía que pudiera parangonarse con el de hoy. »¿Me engaño a mí misma? ¿Y cómo pretender que los demás sean sinceros? ¿Me impide la soberbia confesarme que he podido engañarme?
Era una celda de ermitaño, como tantos otros sitios antiguos de retiro y contemplación que hay en la vieja Italia, y acto continuo, al pasar por delante de las rocas y descender cautelosamente por la senda, abriose la puerta, y salió de la ermita un monje, en el que reconocí, con gran sorpresa mía, al corpulento y barbudo capuchino, fray Antonio.
Palabra del Dia
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