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A su lado se sentó Blanca; yo le eché la cariñosa manta de nutrias sobre los pies y a un signo del cochero, las dos yeguas del tronco partieron a escape. Trepamos a nuestro cupé. Don Benito estaba radiante de alegría, pero se esforzaba por aparentar una profunda severidad. ¿Y qué tal? le dije con sorna. ¡Pscht, mucho calor! Era en julio y hacía un frío de todos los diablos.

En el momento del arranque, al sentir aquella casa de madera arrastrada por diez mulas frenéticas, como si la impeliese el huracan, la primera impresion es de miedo, de cólera y horror. Arriba, una cueva que se llama cupé, donde empacan á cuatro bultos numerados del género humano.

Luego que pudiéron andar mis compañeras, las conduxéron á Moscou, y yo cupe en suerte á un boyardo que me hizo su hortelana, y me daba veinte zurriagazos cada dia.

Señores dijo el conde, no cabemos los cinco en el coche; pero, si no me equivoco, Amaury ha traído su cupé. Así es exclamó Amaury. Puedo ofrecer un asiento al señor vizconde. Iba a pedirle ese favor dijo el señor de Mengis. Ambos jóvenes se saludaron. Amaury, como puede inferirse, se apresuró tanto a ofrecer al vizconde su asiento en su cupé, temeroso de que le endosaran a Felipe.

Ya todo ha concluido, ahora te vienes conmigo y mañana fuera el luto. Y subimos al cupé, que rompió la marcha por entre los numerosos carruajes apostados en las extensas avenidas del cementerio. Eran las 4 de la tarde; el tiempo era espléndido; el cielo, azul y sin nubes, se reflejaba en el pedazo de río que se alcanza a ver desde la barranca de la Recoleta.

Salí de Madrid, mi querido Pepe, del modo y manera que sabes; empingorotado en el cupé de la Diligencia de Valladolid, con menos que mediana salud, á las seis de una caliente mañana de Agosto, no muy provisto de metales preciosos, en busca de aire y de agua, dos artículos de primera necesidad que escasean en la Corte de las Españas; con los bolsillos llenos de melocotones y naranjas, que me diste, y en la amable compañía de mi bastón, mi paraguas y mi saco de noche.

En el bullicio del baile, los novios desaparecieron; bajaron precipitadamente la grande escalera, ganaron el cupé que los esperaba en la puerta de calle y muy pronto estuvieron en la morada que mi tío había preparado para que Blanca pasara su luna de miel con sus sesenta y tantos años.

Eran Fernanda y su hija: al verlas, ambos sacamos la cabeza por las portezuelas del cupé, en el momento en que ellas también daban vuelta. Van espléndidas me dijo don Benito. Diablo de vieja tu tía, hasta muerta nos persigue; si no hubiera sido por el tal entierro, ¡qué golpe habríamos dado yendo a Palermo!... Pero todavía hay tiempo le repliqué, retrocedamos. ¿Te atreves?... Y qué...

El mayoral, en el pescante, entre el cupé y la berlina, como un Phaeton que conduce su alado carro. El zagal, á su lado, ó prendido de un garfio del pescante, á guisa de apéndice. El delantero, á caballo sobre la bestia primera de la fila izquierda, dando la direccion á las diez mulas.

La señora Percival hizo llamar a Crump, el cochero, que había llevado en el bróugham a su joven ama hasta la estación de Euston, y lo interrogó. La señorita Mabel ordenó el cupé, señora, unos momentos antes de las once contestó el hombre, saludando. Llevó su valija de cocodrilo, pero, anoche despachó por Carter Patterson un gran baúl lleno de ropa usada, así le dijo la señorita a su doncella.