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Actualizado: 27 de julio de 2025
Leganés, si quisieran representarte en una ciudad teórica, a semejanza de las que antaño trazaban filósofos, santos y estampistas, para expresar un plan moral o religioso, no, no habría arquitectos ni fisiólogos que se atrevieran a marcar con segura mano tus hospitalarias paredes. «Hay muchos cuerdos que son locos razonables». Esta sentencia es de Rufete.
Si estoy tan cuerdo, que me sobra cordura para darla a muchos que por cuerdos pasan».
Yo creo que el mundo no es otra cosa que un gran hospital de locos que se comprenden y que se despedazan, comprendiéndose, y que sólo se encierran en hospitales más pequeños a los locos a quienes no comprende nadie... o acaso, acaso, llame el mundo locos a los que tienen razón. La verdad es que yo veo continuamente hombres que se creen muy cuerdos y a mí me parecen los más rematados.
Eran indudablemente hombres buenos, justos y cuerdos; pero difícilmente habría sido posible escoger, entre toda la familia humana, igual número de hombres sabios y virtuosos, y al mismo tiempo menos capaces de comprender el corazón de una mujer extraviada, y separar en él lo bueno de lo malo, que aquellas personas cuerdas de severo continente á quienes Ester volvía ahora el rostro.
No sé si, como aseguran cuerdos jueces, volvemos en América al romanticismo de Espronceda, si otra vez repetiremos el «románticos somos» de Rubén Darío, del Rubén envejecido y suspirando por la juventud que se acabó.
1 El sabio en su retiro, de D. Juan de Matos Fragoso. 2 Cuerdos hay que parecen locos, de D. Juan de Zavaleta. 3 La romera de Santiago, del maestro Tirso de Molina. 4 Las niñeces de Roldán, de José Rojo y Francisco de Villegas. 5 Vida y muerte de la monja de Portugal, del doctor Mira de Mescua. 6 El voto de Santiago y batalla de Clavijo, de D. Rodrigo de Herrera.
3 El premio en la misma pena, de D. Agustín Moreto. 4 Cuerdos hacen escarmientos, de Francisco de Villegas. 5 Hacer del amor agravio, de un ingenio de esta corte. 6 El mancebón de los palacios, de D. Juan Vélez de Guevara. 7 La conquista de Méjico, de Fernando de Zárate. 8 El príncipe Viñador, de Luis Vélez. 9 El valeroso español y primero de su casa, de Gaspar de Ávila.
Hízolo así Sancho; lo cual visto por el eclesiástico, se levantó de la mesa, mohíno además, diciendo: -Por el hábito que tengo, que estoy por decir que es tan sandio Vuestra Excelencia como estos pecadores. ¡Mirad si no han de ser ellos locos, pues los cuerdos canonizan sus locuras!
Despues de muchos viages llegó un dia Micromegas al globo de Saturno; y si bien estaba acostumbrado á ver cosas nuevas, todavía le paró confuso la pequeñez de aquel planeta y de sus moradores, y no pudo ménos de soltar aquella sonrisa de superioridad que los mas cuerdos no pueden contener á veces.
Cuando la locura teológica llegó a ser el estado normal de las sociedades europeas, la sabiduría y la sensatez humanas parecían monstruosidades chocantes, y los sabios cuerdos fueron encarcelados, ahorcados o incinerados por los sabios teológicos.
Palabra del Dia
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