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Actualizado: 26 de junio de 2025
Julián, que por no malograr la sorpresa de la aparición del primo se había quedado oculto detrás de la puerta, salía riendo del escondite, muy embromado por las señoritas, que afirmaban que estaba gordísimo, y se escurría por el corredor, en busca de su madre.
Tengo por cierto Que el rey de Castilla, Alfonso, Es un príncipe perfeto; Mas ¿por dónde quieres que éntre Un labrador tan grosero? ¿Qué corredor de palacio Osará mi atrevimiento Pisar? ¿Qué portero, Nuño, Permitirá que éntre dentro?
Las casas son bajas, como las de los pueblos, y hay algunas de corredor con habitaciones numeradas, cuyas puertas se ven por la medianería.
Todo aquello era el «gabinete de lectura». Frontero a él, es decir, en el otro extremo del corredor y con luces a la plaza, el gran salón: la mejor pieza del Casino; salón de tertulia, de tresillo, de billar y de café al mismo tiempo, y de baile cuando llegaba el caso.
En el corredor, junto a la escalera, encontró a la enfermera; se hallaba completamente vestida, y sus ojos brillaban. ¡Doctor! murmuró. Estaba tan emocionada, que no podía continuar. ¡Doctor! repitió, sin alzar la voz. ¡Ah, es usted! ¿No se ha acostado todavía? Es ya tarde. ¡Doctor! ¿Qué hay? ¿Necesita usted algo? ¡Doctor! Le faltaron ánimos. ¡Quería decirle tantas cosas!
El padre Aliaga calló y siguió paseándose lento y solemne por la celda con la carta de doña Clara arrugada entre las manos... Pasó algún tiempo. Oyéronse al fin pasos en el corredor. Pasos tardos y acompasados. Se abrió la puerta de la celda y apareció el hermano Pedro. Aquel lego en quien el padre Aliaga tenía tanta confianza.
Aquella misma noche, en un momento en que don Quintín salió del cuarto de Cristeta para que ésta se mudase de traje, y mientras estaba sentado leyendo el periódico bajo el mechero de gas que había en el corredor, se le acercó la corista a quien por la tarde habló don Juan.
Compadecióse el rey de la humana naturaleza, contemplando que de sesenta y quatro baylarines los sesenta y tres eran ladrones rateros, y se dió á la galería obscura el título de corredor de la tentacion.
Parecía registrar la casa; se asomaba a las fétidas alcobas, daba vueltas sobre un tacón, palpaba las paredes, miraba debajo de las sillas, revolviendo los ojos con fiereza y haciendo unos aspavientos que harían reír grandemente si la compasión no lo impidiera. La vecindad, que se divertía mucho con el dengue del buen ido, empezó a congregarse en el corredor.
...¡al contrario!... vi que la «Pampita» estaba sentada en el corredor, leyendo, y tan absorbida en la lectura que no me sintió llegar hasta que estuve junto al corredor, bajo ese aguaribay grande, ¿se acuerdan? que está a la derecha.
Palabra del Dia
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