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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Ahora añadió el tío Merlín, que firme ese señor; después que vea por ónde nos mete mano. Y retozándole la risa en los labios, salió del concejo entre la algazara y los aplausos de sus convecinos. Aquel mismo día se presentó el alcalde con este documento al forastero, diciéndole, al entregársele, con tono y expresión de triunfo: Aquí está mi contestación.

Empezaban á producir sus terrenos, frutos para mantenerse; los indios cada dia se iban domesticando y aficionándose á los nuestros, de modo que con fundados motivos podia esperarse la reduccion dentro de pocos años de estos idólatras al gremio de nuestra Santa ; y por este medio, que tuviera el Rey nuevas poblaciones de estos naturales, sirviendo el ejemplo de unos para sus convecinos á tan santo fin.

Las estrofas campesinas, cantan guerras y amores, la tristeza de la partida y la alegría del retorno, celos y desesperación, ó se ejercen en la burla de los convecinos: pero nunca describen la belleza de los campos, ó la majestuosa serenidad que desciende del cielo.

El motivo de usar de diferentes caminos estas naciones, es por la enemistad que tienen unas con otras, y estar mas inmediatos á sus tierras; pues de hacerse comunes en el tránsito, habian de atravesar por las de su convecinos.

En el desempeño de estas funciones había llegado á rico, gozando al mismo tiempo del respeto y la consideración de sus convecinos.

Pero su fama era bastante más vieja que todos sus convecinos entre quienes el buen criterio no pudo nunca aclimatarse, y el tío Merlín era siempre listo y celebre..., y por eso en el concejo se buscaba su opinión al tratarse de aceptaré ó no la oferta del rumboso madrileño.

Haciendo vida campestre y retirada en aquel lugar, había un acaudalado caballero a quien por lo caritativo llamaban sus convecinos el Santo, y en éste se fijó principalmente Valeria para realizar su propósito.

Las cabañas, donde, con mano amiga, dulcificaba los dolores de sus convecinos. Donde recogía el último suspiro de los moribundos. Donde socorría a las viudas y enjugaba el llanto de los niños arrodillados ante el cadáver de su padre, mientras les decía estas palabras: «A cambio del oro que os doy, rezad por su almaAllí está la higuera al pie de cuyo tronco mecía nuestras cunas.

Para representar dignamente á los convecinos pidió prestadas unas grandes espuelas que, según tradición, habían pertenecido á cierto gaucho salteño de los que á las órdenes de Güemes combatieron contra los españoles por la independencia del país.

Al sentarse, cruzaba la pierna para lucir la calza de seda y la hebilla de oro del zapato. Sus blancas manos regordetas parecían de mujer; pero los ojos aguileños y fuertes y la bronca voz, cuyos tonos profundos comunicaban su vibración a los objetos convecinos, denotaban hombría y reciedumbre. Sus breviarios ostentaban en la cubierta las armas de los Mendozas.

Palabra del Dia

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