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Actualizado: 10 de junio de 2025


La vocación de la filosofía teológica y el prurito de la controversia habían nacido ya en el seminario; su espíritu se había empapado allí de la pasión de escuela, que suple muchas veces al entusiasmo de la verdadera fe. La experiencia de la vida había despertado su afición a los estudios morales.

Este método era eficaz principalmente en la controversia, si bien dicho filósofo había encontrado una vez a otro contrincante del mismo orden que le había hecho un chirlo descomunal en la cara.

Pero ella no lo seguiría jamás al terreno de la controversia, porque no sabía desenvolverse con tanta palabra fina. «Ya me lo decía el corazón» exclamaba, apretando el pañuelo contra sus ojos.

¡Esa es una burrada de las gordas! exclamó Amparo, fuerte ya en la controversia del punto concreto . Oye y atiende, mujer, te lo voy a poner claro como el sol. Ahora el Gobierno nos tiene allí sujetas, ¿no es eso? Ganamos lo que a él se le antoja; si vienen, un suponer, buenas consignas, porque vienen, y si no, fastidiarse.

Cambiáronse apuestas a discreción respecto al resultado: Tres contra cinco que Sal saldría con bien de la cosa; además, también apostose que viviría la criatura y se atravesaron apuestas aparte sobre el sexo y complexión del futuro huésped. En lo más recio de la animada controversia, oyose una exclamación de los que estaban más cercanos a la puerta, y todo el mundo aguzó los oídos.

Por lo tanto, bien que esta controversia no sirviera para poner en claro el robo, descubrían ciertas opiniones verdaderas o importantes, pero que no tenían nada que ver con el asunto.

No tenía que decir yo más que una palabra, romper aquel horrible cerrojo del silencio que me estrangulaba cada vez que pensaba en ella. Buscaba sólo una fórmula, una frase inicial: estaba muy sereno, a lo menos tal me parecía estar; hasta me parecía que mi semblante no reflejaba demasiado la extraordinaria controversia que dentro de se mantenía.

Cita en primer lugar a Santiago, quien sin dejar de ser apóstol más acuchilla a los moros, que les predica y persuade en su caballo blanco; cita a un señor de la Vera, que fue con una embajada de los Reyes Católicos para Boabdil, y que en el patio de los Leones se enredó con los moros en disputas teológicas, y, apurado ya de razones, sacó la espada y arremetió contra ellos para acabar de convertirlos; y cita, por último, al hidalgo vizcaíno D. Íñigo de Loyola, el cual, en una controversia que tuvo con un moro sobre la pureza de María Santísima, harto ya de las impías y horrorosas blasfemias con que el moro le contradecía, se fue sobre él, espada en mano, y si el moro no se salva por pies, le infunde el convencimiento en el alma por estilo tremendo.

No pueden sentarse axîomas que sean disputables, ni admitirse postulados de cosas que están en controversia. PEDRO DANIEL HUECIO, Obispo de Avranches, ha probado esto contra el método geométrico al principio de sus Demonstraciones evangélicas.

Fundábase nuestra controversia en este aserto, que dábamos por sentado: en nuestra España apenas tiene el escritor el incentivo del lucro, o es tan ruin el incentivo que no debe suponerse que sea él y no el amor de la gloria quien a escribir estimule. La controversia era, pues, sobre si tal carencia, ineficacia o escasez de incentivo, era un bien o un mal para las letras.

Palabra del Dia

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