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Actualizado: 16 de mayo de 2025
El público que se asfixiaba os debe esta fresca ráfaga de aire puro y vos veis cómo os lo ha agradecido.» El Abate Constantín gozó desde su aparición de una boga inmensa, hoy va por la 174ª edición. En el mismo año que apareció, se publicó en la Biblioteca Popular de Buenos Aires, dirigida por el Dr. Miguel Navarro Viola, la traducción que ahora reproducimos.
Además, desde la instalación de madama Scott en el castillo, Loulou tenía siempre varios terrones de azúcar. El abate Constantín se había hecho gastador, pródigo; sentíase millonario, y los terrones para el caballo de Juan, eran una de sus locuras. Un día casi le dirigió a Loulou su eterno discurso. Esto procede de las nuevas castellanas de Longueval. Rogad por ellas esta noche.
Y el abate Constantín pudo gozar la alegría de tener tan cerca al hijo de su amigo... Y si debiéramos decirlo todo, no sentía mucho que Juan hubiera dejado de ser médico.
Prefiero ir directa, francamente, a aquellas obras que señalan las fechas de vuestros más grandes triunfos: El Abate Constantín, La invasión, y desde luego, y sobre todo... miro si la bóveda de esta cúpula austera va a desplomarse en mi cabeza... sobre todo El señor y la señora Cardinal. »Pero habéis hecho obra de varón, señor, en otro de vuestros libros; habéis rehabilitado la virtud.
Cuando oyó el canto del órgano que se elevaba suavemente, como un murmullo esparciéndose por toda la iglesia, el abate Constantín se sintió tan conmovido, tan contento, que los ojos se le llenaron de lágrimas. No recordaba haber llorado desde el día que Juan le dijo que quería repartir su patrimonio con la madre y la hermana de los que cayeron al lado de su padre bajo las balas alemanas.
Del discurso pronunciado por Pailleron, director de la Academia, sacamos el juicio sobre El Abate Constantín: «...De este género fino hasta refinado, de esta literatura elegante y discreta, vuestro volumen Dos matrimonios es quizá el tipo más acabado, ejemplar más simpático, pero el tiempo me ha sido contado para que pueda detenerme.
Un órgano de resplandecientes tubos se elevaba en el coro de la iglesia: era el regalo de bodas de miss Percival al abate Constantín. El anciano cura dijo la misa.
Palabra del Dia
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