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Los Cristianos, firmes en los artículos de la capitulacion que se les habia otorgado por los Sarracenos conquistadores de Córdoba, no querian vender á Abde-r-rahman el templo en que este habia fijado sus miras, y que era una espaciosa basílica cuya posesion compartian con los sectarios del Profeta : pues los Musulmanes, en efecto, fieles á la práctica entre ellos establecida por consejo del Califa Omar, de dividir con los Cristianos las iglesias de las ciudades conquistadas, al tomar á Córdoba habian partido en dos la principal de sus basílicas, dejando una mitad á los naturales y apropiándose la otra, que habian al punto convertido en mezquita.

Risas provocativas, ojeadas misteriosas, palabras que parecían de esperanza.... Y poco después, uno por uno, los conquistadores desandaban el camino, cabizbajos y encolerizados, como un perro que se imagina encontrar un hueso y rompe sus colmillos en una piedra. Unas astutas las pequeñas Maxeville; unas malignas, que, faltas de dote, buscan un marido á su modo.

Pero allí tuvieron los visitantes una grave contrariedad, y fué que habiendo mostrado el rey deseos de ver las cartas de Hernán Cortés, de Pizarro, de Almagro y de los principales conquistadores de América, hubo que manifestarle que no se encontraban allí, pues la Junta Suprema, al acercarse los franceses, se llevó á Cádiz cuantos documentos, planos, cartas y papeles pudo, con objeto de salvarlos de que cayesen en poder de los invasores.

¡Qué hombres!... ¡qué hombres! murmuró con admiración el doctor Zurita. Maltrana, seducido por el entusiasmo de sus compañeros, habló también de los conquistadores. Después de la lucha de siete siglos con los moros, la empresa de las Indias había sido la más popular, la más española.

El segundo trozo, entre los rios Igatimí y Yaguarí, fué absolutamente despreciado de los conquistadores, que hallándole casi desierto, nunca fijaron el pié en él, sino el V. P. Fray Luis Bolaños, que inició la reduccioncita de Pacoyú que se deshizo en un momento.

En tanto sucedian estos acontecimientos en los límites del vireinato de Buenos Aires, en el de Lima ocurrian otros de no menor consideracion, y se disponian para contener los enemigos estragos y desolacion que ocasionaba el principal rebelde, José Gabriel Tupac-Amaru, á la cabeza de sus secuaces que ya formaban un formidable ejército, como los que encontraron Pizarro, Cortéz y demas primeros conquistadores, sino armados con muchas armas de fuego, lanzas y algunos cañones de pequeño calibre, que habia mandado fundir el tirano, asistido con exactitud de todo lo necesario, y pagado con puntualidad.

Con los materiales que de Catamarca poseemos y las ilustraciones de aquellas ruinas que debemos al artístico pincel de nuestro empleado, ilustraremos pronto el estudio de estos restos y de los objetos que usaron los hombres que vivieron en épocas ante-históricas, en los valles llamados Calchaquíes en recuerdo de la raza que los ocupaba á la llegada de los conquistadores españoles.

Para eso hay que pensar, y su pensamiento lo ocupan por entero los negocios. Otra vez, como en la tarde anterior, surgió en su conversación el recuerdo de los conquistadores, pero por breves momentos. El hombre de presa, el navegante de espada, había sido en muchas ocasiones un místico.

Los «latinos», como usted dice, Maltrana, somos bellamente ligeros, más «alados» que estas gentes del Norte. Se ve la influencia aristocrática de los conquistadores andaluces en los pies breves y graciosos de las sudamericanas. El indio también tiene el pie pequeño... Pero ¡quién sabe si el mundo no está destinado a ser una presa de los pies grandes!

Por la tarde íbase a la Bolsa, de donde volvía al anochecer, sudoroso, enardecido, llevando en su mirada la fiebre de los conquistadores. Aquel hombre parsimonioso, de costumbres morigeradas, estaba en plena revolución.