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Actualizado: 5 de octubre de 2025


Otras noches se entretenía la joven discurriendo que la hora de la Puerta del Sol y la hora de la Panadería se enzarzaban. Empezaba esta, y le respondía la otra. De tal modo se confundían los toques, que no conociera aquella hora ni la misma noche que la inventó.

Después imaginó que acaso entre sus amigos, particularmente entre los periodistas, hubiese alguno que le conociera y por el cual le podía enviar un recado de atención. Lo desechó como peligroso. Hasta se le pasó por la cabeza hacerle seña para que bajase y darle una explicación de palabra; pero tampoco osó hacerlo. Era demasiado humillante.

Pero quería que conociera las brechas que en su fortuna habían abierto a última hora las locuras de su padre. Ella hacía milagros de economía. Muchas deudas estaban pagadas ya; llevaba levantadas algunas hipotecas; gracias a su buena administración, ayudada por el fiel don Andrés; pero la carga era grande y en muchos años no conseguiría librarse de ella.

Parecióles aquel punto muy á propósito para establecerse, y, sentándose bajo un árbol á descansar de su largo reconocimiento, proyectaban ya bajar á Quacos al siguiente día á tratar de la adquisición de aquel terreno, cuando apareció por allí un hombre, que se les acercó afablemente y trabó conversación con ellos como si los conociera de toda la vida.

Mas de pronto, se le ocurrió que el escribirle tenía sus inconvenientes, y que en realidad era preferible una explicación verbal de la cual nadie que la conociera podía enterarse en aquellos momentos. Detúvose un momento indecisa, y bruscamente dió la vuelta y se metió de nuevo en el portal. Cruzó sin decir nada por delante de la portera y subió con pie ligero las escaleras.

No perdió el conocimiento hasta los últimos instantes; no se quejó de sus dolores, ni mostró pesar por su fin cercano; antes bien, todo su empeño consistía sobre todo en que la oficialidad no conociera la gravedad de su estado, y en que ninguno faltase a su deber.

Será necesario deciros quién es, para que veáis que no hay ultraje. Sólo una persona pudiera no ultrajarme... una persona tal, que ni aun para pudiera pasar por galanteador. ¿Habéis adivinado? No, no he adivinado; he dicho únicamente que sólo hay una persona que pudiera pretender ser mi amante sin que yo le conociera. Pues bien; decidme el nombre de esa persona...

No basta la buena intención que a ti te guía, mi fiel Simón, para fallar, con el acierto debido, pleitos de determinada naturaleza... Es la pura verdad, señor; pero cuando los números hablan... Si donde hay veinte disponibles se gastan cuarenta, resulta una falta de otros veinte. Si no te conociera, pensaría que llevabas tu atrevimiento hasta el extremo de intentar ponerme a ración... ¡Señor!...

Palabra del Dia

neguéis

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