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Actualizado: 25 de junio de 2025
Item, descubrió la autoridad que el honrado Mañuco era el brazo derecho del Rey del Monte para los robos domésticos. Ya lo saben ustedes, lectores míos: tranca cerrojo. Concluyamos ahora con su majestad el Rey. Inmenso era el gentío que ocupaba la Plaza mayor de Lima en la mañana del 13 de octubre de 1815.
¿El duque de qué? dijo Lerma ; vamos, concluyamos: ¿queréis sin duda decir mi hijo el duque de Uceda? Efectivamente, señor; yo creía haber sido indiscreto... No, no, de ningún modo; cuando se trata del servicio de su majestad, yo no tengo hijo; y á propósito de hijos... recordadme más adelante que tengo que encargaros algo acerca de la condesa de Lemos. Muy bien, señor.
Y vuestra merced no se cure de ir por agora a ver a mi señora Dulcinea, sino váyase a matar al gigante, y concluyamos este negocio; que por Dios que se me asienta que ha de ser de mucha honra y de mucho provecho. -Dígote, Sancho -dijo don Quijote-, que estás en lo cierto, y que habré de tomar tu consejo en cuanto el ir antes con la princesa que a ver a Dulcinea.
Mas ahora lo que oía era un grito de desolación, una amenaza: «Vente, vente. La muerte es muy triste; pero la vida es más triste todavía.» Concluyamos dijo levantando la cabeza. Avanzó el cuerpo; extendió los brazos. En aquel momento pensó que el instinto de conservación le haría nadar seguramente, y se detuvo. Miró a todas partes buscando algún peso.
Concluyamos, por último, diciendo que acaso aventajen á las de Lope, por ciertas cualidades más brillantes, las comedias de otros poetas posteriores: las de Tirso de Molina, por ejemplo, por su gracia y el vivo colorido de ciertas situaciones; las de Calderón, por su plan más artificioso y elevado; las de Moreto, por sus pinturas tan exactas de afectos y costumbres; pero en la harmonía de todas las bellezas indicadas, en el estrecho enlace de los detalles más ricos é interesantes con la traza bien dispuesta del conjunto, en el cual huelgan en sus límites debidos la característica con la intriga, ninguno supera á nuestro poeta.
Ni sois liso ni agudo, y en cuanto á lo de paciencia... Téngola, puesto que me estáis desesperando, y... Os estoy leyendo. Concluyamos de una vez, don Francisco: yo os tengo en mucho, y si os he tenido preso no ha sido porque no me servíais á mí, sino porque no sirviéseis á otros. Yo sólo sirvo á Dios. Y al duque de Osuna.
Palabra del Dia
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