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¿Y ese valor, y el pequeño? preguntó alzando la sábana y la manta y sacando del tibio rincón donde yacía, un bulto, un paquete, un pañuelo de lana, entre cuyos dobleces se columbraba una carita microscópica amoratada, unos ojuelos cerrados, unas faccioncillas peregrinamente serias, con la seriedad cómica de los recién nacidos.

Dentro del marco de las iluminadas ventanas se veían agitarse figuras negras que gesticulaban animadamente, y detrás de ellas medio se columbraba una mesa servida con copas, botellas y dulces. A veces se dibujaba sobre el fondo de luz la silueta de una mano que alzaba una copa, y el clamor que seguía al brindis era delatado por el retemblido de los cristales.

Había en sus ojos algo del difunto Tritón cuando columbraba en la costa una falda mujeril lejana y fugitiva. Freya siguió hablando. Matarse no es una prueba de amor. Todos me han prometido desde las primeras palabras el sacrificio de su existencia. Los hombres no saben otra canción... No les imite, capitán. Quedó pensativa largo rato. El crepúsculo avanzaba rápidamente.

Urbási, desde que llegó a ser núbil, se sintió atormentada por amor sin objeto; pero no sin objeto, sino por objeto a su ver imaginario, que columbraba su mente en la vaga penumbra de confusos recuerdos, en las casi borradas impresiones que anteriores existencias acaso han dejado en el alma. Antes de que te viese, Urbási te amaba. Te vio, y fuiste su salvador. En el día, Urbási te idolatra.

«Aquel beso» dicen los Apuntes a este propósito «fue el primero que recibí de los maternos labios: le recuerdo como si le hubiera recibido ayer; y esto debe consistir en que mi naturaleza estaba ávida de aquel tributo que no se le pagaba, y la fuerza de la sensación, desconocida hasta entonces, aguzó el instinto que ya columbraba los albores de la inteligencia, y estampó el suceso, para no borrarse nunca, en las tablas vírgenes de la memoria

El torrente, que columbraba yo en algunos sitios, por los pozos en cuyos fondos se habían abismado las capas superiores de la nieve, perecía transformado en un río de tinta por los despojos que cubrían sus aguas; era aquello una enorme masa de fango en movimiento.

Pasado el mencionado plazo, Poldy consideraba inevitable su salida del castillo, así como tomar decidida resolución para vivir a su gusto y con independencia y decoro. Tal era la desengañada posición de Poldy. Sólo negras nubes, que presagiaban tempestad, columbraba, al mirar en todas direcciones, en el horizonte de la vida.

Así fueron corriendo estos trámites, que parecían no tener fin, porque en un alma como la de Luz siempre hallan tesoros nuevos corazones tan honrados y tan novicios como el de Ángel; pero si no se columbraba el fin, había que salir a buscarle; y Ángel dio los primeros pasos con esos rumbos, bien resuelto a no detenerse en el camino.