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Huérfano de madre á los tres años de edad, había sido criado y mimado por una tía solterona, que vivía en la casa, y á quien llamaban la chacha Victoria. Tenía además otra tía, que si bien no vivía con la familia, sino en casa aparte, había también permanecido soltera y competía en mimos y en halagos con la chacha Victoria. Llamábase esta otra tía la chacha Ramoncica.

La chacha Ramoncica, en aquel apuro, me agarró de un brazo, tiró de , y me llevó al cuarto de Isabelita, con agradable sorpresa por parte mía. Halló D. Gregorio tan turbada a su mujer, que se acrecentaron sus recelos y quiso registrarlo todo, seguido siempre de su cuñado. Así llegaron ambos al cuarto de Isabelita.

Por la chacha Ramoncica, que se ha puesto en relación conmigo, que Isabelita me quiere; pero que es tan tímida y tan bien mandada, que no será mi novia formal, ni me escribirá, ni consentirá en verme, ni se allanará a hablar conmigo por una reja, dado que pudiera hacerlo, mientras no den su consentimiento su padre y la que tiene hoy en lugar de madre.

De las cosas de D. Fadrique, durante tan larga ausencia, se tenía ó se forjaba en el lugar el concepto más fantástico y absurdo. D. Diego y la chacha Victoria, que eran las personas de la familia más instruidas é inteligentes, murieron á poco de hallarse D. Fadrique en el Perú.

He logrado, pues, que la chacha se encargue de persuadir á D. Casimiro á que tome lo que libre, aunque misteriosamente, quiero dar y doy á su futura. No creo que la chacha haya tenido que hacer grandes gastos de elocuencia para convencer á D. Casimiro de que debe aceptar.

El bueno del asistente, en el mejor lenguaje que pudo, y con los preparativos y rodeos que le parecieron del caso para amortiguar el golpe, dió á la chacha Victoria la triste noticia de que el cadete, cuando iba ya á ver colmados sus deseos, cuando iba á ser ascendido á capitán, en vísperas de la paz, en la rota de Trebia, había caído atravesado por la lanza de un croata. No murió en el acto.

He hecho creer primero á la chacha Ramoncica, con el mayor sigilo, que Nicolasa es hija mía. Le he dicho que un deber imperioso de conciencia me obliga á dotarla, ahora, que ella se va á casar. La chacha entiende poco de números. Se ha espantado, no obstante, de la enorme cantidad que yo quería dar por dote; pero la he echado de espléndido y me he supuesto más rico de lo que soy.

Á las observaciones que la chacha me ha hecho, he respondido que mi resolución era irrevocable. He persuadido, por último, á la chacha de que no conviene que Nicolasa sepa los lazos que á ella me unen, y que es más delicado y honesto que lo sepa sólo el sujeto que va á ser su marido.

En ellos se encuentra la gracia sin afectación ni pretensiones, que sin buscarlo, halla el agrado; gracia inocente cual ellos, y por tanto llena de encanto y de simpatía. Mariquilla, dijo la niña del manijero, ¡Qué tonta eres! Chacha, dijo Mariquilla altamente ofendida, Josefita me dice tontona. Gato, afirmó la cantadora; que los niños no son ladrones. ¿Que no?