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Actualizado: 2 de junio de 2025


La campana de la aldea sonaba festiva, y el viento matinal, fresco e impetuoso, traía hasta allí las mil voces de los templos villaverdinos; música incomparable que repetida por los ecos parecía el canto de los valles y de los bosques. A poco descubrí el caserio, las torres y las cúpulas en cuyos azulejos centelleaba el sol. Media hora después estaba yo al lado de mis tías.

Y era efectivamente champaña, porque dos copas cónicas y cilíndricas, que se levantaban sobre su ancho pie de cristal, aparecían gloriosamente llenas, y el licor rosado que hervía y centelleaba, elevó bien pronto su espuma temblorosa por encima de los bordes del vaso. ¡Atención, comandante, la marea sube!

La generala centelleaba de joyas, iba envuelta en sedas y bordados, como la imagen de la Virgen patrona de la ciudad; llevaba peinetas altas como torres sobre su apretada cabellera; tocaba la guitarra y prescindía de sentarse en los sillones y en todo mueble que tuviese brazos, por miedo á no poder introducir entre ellos sus exuberancias dorsales.

Brillaban á un lado las aguas del Guadalquivir; estendíanse al otro las faldas de Sierra Morena, sobre cuyas cumbres centelleaba una que otra estrella, como el ojo de un cíclope que está para conciliar el sueño.

No; no, señor, he almorzado ya, y por cierto con buen apetito... y si no me encuentro al tío Manolillo que me animó... ¡Ah! ¿habéis almorzado con el tío Manolillo? ; , señor... el tío Manolillo iba que centelleaba tras la comedianta, tras la Dorotea... que iba con el sargento mayor don Juan de Guzmán y se metió con ella en casa de doña Ana de Acuña.

Palabra del Dia

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