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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Procuraremos ahora aumento del caudal, empezando por las que se refieren á la figura, colores y blasones de las insignias que, á la vez que enseñaban con el simbolismo heráldico el nombre y poderío de la nación española, alegraban la vista engalanando los mástiles.

Le corroía la gangrena por los grandes centros de su organismo atiborrado: por la ciudad, por el taller, por la Academia, por la política, por la Bolsa... por donde más caudal representa el torrente circulatorio de las insaciables ambiciones del hombre culto.

A los diez y ocho años era Clementina una de las mujeres más bellas y uno de los mejores partidos de Madrid. El caudal de su padre había crecido como la espuma. Estaba considerado como uno de los banqueros importantes de la villa y no se le conocía otro heredero ni era ya de presumir que lo tuviese.

»Volvime al lado de mi abuelo, entre asustada y risueña; y tras largo, interminable rato de esperar a pie firme, por no ajar la tersura de mis faldas, llegó mi madre con el aspecto y el andar de una matrona romana, ocultando la cruz de sus achaques y los estragos de la edad con el engaño de un cielo de fulgurante pedrería sobre otro caudal de sedas y artificios.

Fuerza de la voluntad. El hombre tiene siempre un gran caudal de fuerzas sin emplear; y el secreto de hacer mucho, es acertar á explotarse á mismo.

Este río es navegable en una larga extensión, pero los grandes troncos que arrastra en las épocas de lluvias hace su navegación muy peligrosa. El Pulangui, ó río Grande de Mindanao, sigue al anterior por el caudal de aguas y por la extensión ó curso por él recorrido.

Su profundidad alcanza hasta cerca de 300 metros, y ademas de las aguas del Rin, que forman su caudal principal, recibe las de algunos rios ó riachuelos procedentes de los cinco países riberanos.

Oiga la verdad que imprime en estas líneas un oscuro y pobre escritor, que no tiene en el mundo otro caudal, ni otra esperanza, ni otro consuelo, que la religion de su penoso y elevado oficio; oficio que él estima tanto como D. José Salamanca su fausto y sus millones. Oiga una vez la leccion severa de la moral, quien ha recibido tantas veces las caricias aduladoras de la fortuna.

Todas las elegancias, todo el caudal de las modas habían sido reservadas para aquel día.

O tu, divino espiritu, que alcanzas Ya el premio merecido á tus deseos, Y á tus bien colocadas esperanzas: Ya en nuevos y justisimos empleos, DIVINO HERRERA, tu caudal se aplica, Aspirando del cielo á los trofeos.

Palabra del Dia

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