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Actualizado: 8 de julio de 2025


Privada Lucía de gustar de la negra infusión, y no ignorante de los tragos que de ella se echaba su padre al cuerpo todos los días, dio en concebir que el tal brebaje era el mismo néctar, la propia ambrosía de los dioses, y sucedíale a veces decir a Rosarito o a Carmela: Deja, que en casándome, yo tomaré café. ¡Pues no!

Pero yo no soy malo del todo, Salvador; yo soy lo mejorcito de la familia, ¿sabes?, y me dije: yo, a esta chiquilla la hago desgraciada si me quedo aquí...; yo pierdo a esta niña, porque en el más honrado de los casos, casándome con ella, la pierdo...: ¡valiente marido haría yo, prendado cada semana de una moza del contorno!... ¿No sabes que yo me enamoro todas las semanas?... Pues , hijo, no lo puedo remediar.... Ya ves, amando a Carmencita por todo lo alto, me amartelé atrozmente con Rosa la del Molino.... ¿La conoces?

Marcharía a Pekín; descubriría la familia de Ti-Chin-Fú; casándome con una de las señoras, legitimaría la posesión de mis millones; daría a aquella casa letrada su antigua prosperidad; para calmar el espíritu irritado del Mandarín celebraría pomposos funerales; iría por las provincias miserables distribuyendo arroz y donativos; y una vez obtenido del emperador el botón de cristal que ostentan los Mandarines, substituiría a la personalidad del Ti-Chin-Fú, pudiendo así restituir legalmente a su patria, sino la autoridad de su saber, al menos la fuerza de su oro.

Tengo salud excelente, un humor más bien alegre que melancólico, no me siento con vocación para una viudez perpetua y me pregunto algunas veces si no obraría muy santamente casándome de nuevo...

Todo lo que me gusta a le gusta a Luis: nuestro acuerdo respecto a las cosas del arte y del pensamiento continua en lo relativo a la vida. »Papá me pregunta si estoy contenta: yo doy gracias al Señor, de la felicidad que me acuerda. Que nos acuerda: él no quiere creer en lo que ha sucedido. La idea de que casándome pudiera sentirme desgraciada, era su tormento.

Donde iré es a la gloria, casándome con mi riuseñor moreno, llevándomelo al nidito de Matanzuela... Pero ¡ay, niña! ¡Lo que yo sufrí desde aquel día! ¡Las penitas que pasé para decirte «te quiero»! Venía a Marchamalo por las tardes cuando había hecho buen alijo, con una porción de indirectas bien preparás para que me comprendieses, y ¡! como si fueses la Dolorosa, que mira lo mismo en Semana Santa que en el resto del año.

Palabra del Dia

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