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Actualizado: 27 de junio de 2025
-No pienso -respondió Sancho- ponerle otro alguno sino el de Teresona, que le vendrá bien con su gordura y con el propio que tiene, pues se llama Teresa; y más, que, celebrándola yo en mis versos, vengo a descubrir mis castos deseos, pues no ando a buscar pan de trastrigo por las casas ajenas.
Oyendo esto, Ramón se arrodilló por despedida ante el umbral del sepulcro, donde dejaba enterrados sus castos sueños de adolescente. Instintivamente acercó sus labios a un manojo de no-me-olvides que se destacaba entre las flores de la niña muerta... Y al besarlo creyó besar los ojos de Lita, creyó besar por primera y última vez los ojos azules de Lita.
Hasta la hora presente no se han dado cita allí las bellezas libres y nocturnas que invadieron sucesivamente a temporadas muchos otros establecimientos de la capital. Ni a primera ni a última hora de la noche reina allí Príapo, numen impuro, sino su hermano Himeneo, protector de los castos afectos.
Mirad cómo habláis, hermano replicó el segundo alcalde , que aquí no hay justicia con lujuria: que todos los alcaldes deste lugar han sido, son y serán limpios y castos como el pelo de la masa; y hablad menos, que os será sano. Volvió en esto el pregonero, y dijo: Señor alcalde, yo no he topado en la plaza asnos ningunos, sino a los dos regidores Berrueco y Crespo, que andan en ella paseándose.
Margarita, con los hermosos ojos fijos en el suelo, parecía ruborosa y como con miedo; pero no embargante esto, cuando oyó los pasos de Cervantes y las palabras que doña Guiomar, con la voz no muy segura, le había dirigido, alzó la vista y en él la fijó, y de tal manera, que él se encontró entre dos fuegos; que de una parte le miraban los lucientes y enamorados ojos de doña Guiomar, y de otra los más tímidos, aunque no más castos, de Margarita, que aunque triste y apenada por la muerte de su madre y por la tristísima orfandad en que se veía, no se defendía del amor que por Cervantes en el alma se le había entrado, y le mostraba claramente en su mirar ansioso.
Por esto me congojo y me lastimo De verme solo en pie, sin que se aplique Arbol que me conceda algun arrimo. Yo estoy, qual decir suelen, puesto á pique Para dar á la estampa al gran Persiles, Con que mi nombre y obras multiplique. Yo en pensamientos castos y sotiles, Dispuestos en soneto de á docena, He honrado tres sugetos fregoniles.
Desde antes que Luciano fuese a militar en la Perla de las Antillas, desde la infancia casi, o sin casi, Luciano y Esperanza eran novios; estaban dulcemente encadenados por el florido lazo de los más castos y delicados amores. En la novela Nieve y cieno, cuyo autor es el Sr.
Don Quijote se acorrucó y se cubrió todo, no dejando más de el rostro descubierto; y, habiéndose los dos sosegado, el primero que rompió el silencio fue don Quijote, diciendo: -Puede vuesa merced ahora, mi señora doña Rodríguez, descoserse y desbuchar todo aquello que tiene dentro de su cuitado corazón y lastimadas entrañas, que será de mí escuchada con castos oídos, y socorrida con piadosas obras.
Palabra del Dia
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