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Actualizado: 11 de octubre de 2025


Del particular agrado de Lope hubieron de ser las pinturas de los tiempos del primer renacimiento del imperio hispano-cristiano. Complácese en retratarnos aquellos antiguos castellanos rústicamente sencillos, que ejercían en sus súbditos patriarcal autoridad, ya labrasen sus campos, ya desenvainasen la espada contra los infieles.

Aquél es el Conde de Alba de Liste, con el Marqués de Tabara y el Conde de Puñonrostro. Y tras ellos, el Duque de Nochera, Héctor napolitano y gobernador hoy de Aragón. En ese coche que se sigue viene el Conde de Coruña, Mendoza y Hurtado de las Nueve Musas, honra de los consonantes castellanos, en compañía del Conde de la Puebla de Montalbán, Pacheco y Girón.

Era el 16 de julio; en este día la Iglesia celebra, además de la advocación del Carmen, el Triunfo de la Santa Cruz, fiesta conmemorativa de la gran batalla de las Navas de Tolosa, ganada contra los infieles por castellanos, aragoneses y navarros, en aquellos mismos sitios donde nosotros nos batíamos con Francia, y en el mismo 16 del mes de julio. Habían pasado quinientos noventa y seis años.

Quizás sea la mejor Nuestra Señora de Atocha, en lenguaje antiguo castellano. Esta comedia, escrita en alabanza de la patrona de Madrid, describe con mucho ingenio la devoción entusiasta, y el heroísmo y la abnegación de los castellanos antiguos.

Pero las pérdidas de los sitiados eran irreparables, al paso que los castellanos tenían escuadrones y compañías enteras de reserva en el valle, imposibilitados unos y otras de tomar parte en la lucha hasta entonces por las condiciones del terreno.

Aunque Damián de Goes había dicho al Rey los nombres de los dos aventureros castellanos que habían tomado la defensa del ilustre filósofo israelita, el Rey, por distracción fingida o verdadera, y acaso por estar depriesa, no les dirigió la palabra y aparentó no fijar la atención en ellos.

Apartemos la vista de lo que es puramente imitativo, exótico, aunque el contraste no carece de interes. Allí un grupo de rancios castellanos discurre bajo de un portal sobre las maravillas de una civilizacion que les sorprende. Los ferrocarriles en España! es cosa de perder la cabeza para un segoviano de puño cerrado, ó uno de esos aragoneses ó burgueños de la vieja estirpe.

García Pérez debe bastante, como él mismo confiesa, á trabajos anteriores de los críticos eruditos castellanos que mencionamos ya, y también á los trabajos de algunos egregios portugueses, como Barbosa, Inocencio de Silva y Costa Silva; pero es de admirar lo mucho enteramente nuevo con que ha sabido enriquecer su obra.

Entre las diez que sobresalen se ven las del duque de Alcalá y su mujer, fundadores del edificio, y de otros nobles castellanos célebres en la historia, que son verdaderos monumentos por el gusto de las formas, el mérito de los mármoles y el primor y la riqueza de los relieves, los bustos ó cuerpos y demas esculturas.

Crisol de veinte estados castellanos, Reina que sostuviste con tus manos De dos Mundos la esfera estremecida, Y rasgaste en pedazos tu bandera Porque la enseña de esos pueblos fuera Girón de tu alma, soplo de tu vida! ¡Vieja y noble leona castellana!

Palabra del Dia

mármor

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