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Actualizado: 23 de septiembre de 2025


Los que eran soldados de Flandes, como Antonio Dávila, el verrugoso, o Pedro Rengifo, el de la cuchillada en la frente, comentaban la táctica de Farnesio y referían innumerables heroísmos de los soldados de España. El imperio de la raza brillaba en los semblantes y formaba calurosa armonía de orgullo.

Nosotros, testigos presenciales de tan brillante acción, lo reproducimos en la misma forma en que apareció publicado en La Prensa, de la Habana; y al hacerlo reiteramos nuestra felicitación más calurosa y sincera al bravo general Mendieta y á los brillantes oficiales y abnegados soldados que combatieron á sus órdenes aquel día.

El sol se había puesto dos horas antes y la noche era calurosa como un día de verano. Los dos esposos se sentaron juntos en un banco rústico a orillas del mar. La luna no había aparecido aún en el horizonte, pero las estrellas fugaces cruzaban el cielo en todas direcciones, y las olas iluminaban la playa con sus fosforescencias. Don Diego aun estaba aturdido por la noticia que acababa de oír.

Lo cual también hacen por causa de las humedades porque mejor puede el sol bañar todas las calles y casas, que á no edificarse en esta forma, forzosamente fuera Sevilla de invierno más húmeda y fría y de verano más calurosa.

¿Culpable? ¿A excusarse? exclamó, procurando reponerse de la sorpresa. , soy un loco, un amigo cruel y desolado que viene a ponerse a sus pies y pedirle perdón... Pero, ¿qué tengo que perdonarle? añadió, un poco asustada por aquella calurosa invasión en la tranquilidad de su retiro. Mi conducta pasada, todo lo que he hecho, todo lo que he dicho, con la estúpida intención de herirla a usted.

Pero ¿y si no tenían bastante fundamento sus sospechas? ¡Qué campanada tan imperdonable! Optó por dejar las cosas como estaban, pero sin perderlas de vista. En cuanto Nieves oyó pasos y barruntó que podían ser los de Leto, se salió al balcón y se puso de codos sobre la barandilla. Nada tenía el suceso de particular, porque la noche estaba, muy calurosa.

Vago perfume de mejorana y de cantueso subía de los barrancos. Era una tarde calurosa y calma. El cielo, el valle, el caserío, todo se pintaba de púrpura diluida. El mismo ciprés embermejaba hacia el poniente su follaje negruzco.

Y con este epigrama de jugador, tiró su inútil pistola y retrocedió junto con su aprehensor. Hacía una noche calurosa por demás. El fresco vientecillo que de ordinario, al ponerse el sol, descendía por la empinada montaña de chaparros, fue aquella noche negado a Sandy-Bar. La estrecha cañada sofocaba con sus cálidos y resinosos olores, y la madera podrida en el Bar despedía exhalaciones fétidas.

Los chicos, morenos, casi negros, delgados y medio desnudos, que se colgaban a sus faldas, parecían, en efecto, lombrices. ¿Quiere su mersé esperá un momento aquí a que de senar a los niños y los deje acostado? Respondí que prefería quedarme a la puerta de casa si me sacaba una silla, porque la noche estaba asaz calurosa, y así lo hizo.

De lo contrario, le acontecerá lo que á Rogerio Chillingworth, cuando un acento más poderoso y elocuente que el suyo despierte las dormidas pasiones de la mujer; entonces le echarán en cara hasta aquel apacible contento, aquella fría imagen de la felicidad que se la hizo creer era la calurosa realidad.

Palabra del Dia

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