United States or Slovenia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Pero ya irá comprendiendo que no hay otro camino... ¡Ay de , que aún me falta un tramo! Dios nos asista. ¡Quién me había de decir a ...!». Al entrar en la casa, pasó insensiblemente del soliloquio al discurso, dando voz a sus meditaciones. «¡Quién me había de decir a que llegaría a ocuparme de que existan boticas en el mundo!

Esto son licorerías, boticas, cualquier cosa, menos lo que fueron en otro tiempo y ¡vamos!, que me dan ganas de echar a volar para no volver, cuando os presentáis con esos papelillos, pidiéndome que haga otra falsificación. El viejo se indignaba oyendo las respuestas de Fermín. Son exigencias del comercio moderno, señor Vicente; han cambiado los negocios y el gusto del público.

Se explicaría así el ningún resultado de la libertad política para labrar el bienestar general, hasta que sobrevino por la instrucción pública el descreimiento, que llevó a emplear en mejoras agrícolas el dinero que se malograba en la compra de indulgencias, y en médico y boticas lo que se gastaba en pagar curaciones imaginarias a los santos.

Pero, en el día, ni las boticas ni las tabernas han acabado, y todo lugar, por pequeño que sea, pulula, hierve en casinos. Cada bandería, cada matiz político tiene el suyo. Hay casino conservador, casino radical, casino carlista, casino socialista y casino republicano. Las infelices mujeres se quedan solas. ¡No cómo hay mujer que sea liberal!

Nadie le vedaba creer que eran suyos los lujosos escaparates de las tiendas, los tentadores de las confiterías, las redomas de color de las boticas, los pintorescos tinglados de la plaza; que para ella tocaban las murgas, los organillos, la música militar en los paseos, misas y serenatas; que por ella se revistaba la tropa y salía precedido de sus maceros con blancas pelucas el Excelentísimo Ayuntamiento. ¿Quién mejor que ella gozaba del aparato de las procesiones, del suelo sembrado de espadaña, del palio majestuoso, de los santos que se tambalean en las andas, de la Custodia cubierta de flores, de la hermosa Virgen con manto azul sembrado de lentejuelas? ¿Quién lograba ver más de cerca al capitán general portador del estandarte, a los señores que alumbraban, a los oficiales que marcaban el paso en cadencia?

Al ver en el espejo su linda cara pálida, diole por emplear argumentos comparativos: «Porque ¡María Santisma!, si Maximiliano apostaba a feo, no había quien le ganara... ¡Y qué mal huelen las boticas! Debió de haber seguido otra carrera... Dios me favorezca... Si tuviera algún hijo me acompañaría con él; pero... ¡quia!...».