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Actualizado: 21 de junio de 2025
Hasta que fatigado, sudoroso y a punto de caer a tierra con un derrame, le entregaba la escoba y recogía el bastón con borlas. Desahogado de este modo su noble pecho de la copia de ajos que le embargaba, emprendía de nuevo su camino y llegaba al Saloncillo en una felicísima disposición de cuerpo y espíritu.
Recordaba el atlot todo lo ocurrido después, con el orgullo del que ha gozado el honor de presenciar un suceso histórico. Habían llegado de la ciudad el juez con su bastón de borlas, el oficial de la Guardia civil y dos señores que llevaban papeles y tinteros, todos con escolta de tricornios y fusiles.
Descendían los murciélagos, y con sus alas hacían caer tierra de los agujeros del embovedado. Chillaban entre las columnas, como si revoloteasen en un bosque de piedra. En su ciego impulso, chocaban con las cuerdas de las lámparas o hacían bambolearse los capelos rojos con borlas polvorientas y deshilachadas que pendían a gran altura sobre las tumbas de los cardenales.
Sus abundantes patillas se destacan libremente como dos bellos matorrales al pié del sombrero calañés, sin alas y adornado también con algunas borlas de seda negra. Sus polainas, de las cuales penden innumerables borlitas y cintitas del mismo cuero, le dan un aire de chalan muy original.
El espíritu de Córdoba hasta 1829 es monacal y escolástico; la conversación de los estrados rueda siempre sobre las procesiones, las fiestas de los santos, sobre exámenes universitarios, profesión de monjas, recepción de las borlas de doctor.
Trotaban, arrastrando los pesados armatostes, las docenas de muías gordas y lustrosas salidas de las cuadras de los molinos, con los rabos encintados, las cabezas adornadas con vistosas borlas y entre las orejas tiesos y ondulantes penachos.
Palabra del Dia
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