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No digo eso, pero aun asimismo... si fuéramos a compulsar enseñanzas acaso los maquinistas ¡y como ellos tantos otros! no sacaran la peor parte... ¡No digas barbaridades!...
Después nos miramos los tres cazadores, como si tácitamente hubiéramos convenido en que era imposible cometer mayores barbaridades que las que acabábamos de cometer, y que solamente por un milagro de Dios habíamos quedado vivos para contarlas.
Ya te lo he dicho: en barbaridades, en mujeres de desecho, en mamarrachadas de habanero cursi, en francachelas con toreros de invierno y chulas de la peor especie..., en todo lo más bajo y soez que puedas imaginarte... y en jugar.
Señorita..., a don Máximo Juncal, que no piensa más que en política, todo se le vuelve hablar de eso; pero mire usted, en cada tiempo hay su legua de mal camino.... Bastantes barbaridades hacen hoy en día, y la religión anda perdida desde estas grescas.
Si Granate no fuese un animal, hubiera comprendido enseguida que la sonrisa con que acogía sus barbarismos y barbaridades era una verdadera mueca sin expresión alguna, y que los monosílabos y respuestas incoherentes que dejaba escapar de sus labios denunciaban bien claramente que no le escuchaba a él, sino a Paco Gómez, Manuel Antonio y los demás que seguían charlando de la niña expósita.
Bueno es que los sabios piensen en el porvenir; pero los brutos como nosotros sólo vemos el presente. Hemos empleado el tiempo discurriendo barbaridades: secuestrar a don Sebastián y exigirle un millón de rescate; entrar en el palacio una noche, ¡y qué sé yo qué más...! Todo majaderías ideadas por tu sobrino.
Séneca había compuesto un elocuentísimo discurso contra la ira, lo cual de nada sirvió, ya que no se sabe de sujeto alguno que haya dejado de ponerse iracundo y de hacer mil barbaridades, convencido y corregido por los razonamientos de Séneca.
Si las encontraban mozas y lindas, decíanles cosas almibaradas; si viejas y feas, barbaridades capaces de enojar y abochornar a un santo de leño. Cuando pasaba Amparo, que iba una de las primeras, al lado del rojo estandarte, era un fuego graneado de piropos, una descarga cerrada de ternezas, a quemarropa.
Es extraño; lo que ha comprendido el salvaje, que el niño, como más débil, como más tierno, merece más cuidado y hasta más respeto que el hombre, no lo ha comprendido el civilizado, y entre nosotros, el que sería incapaz de hacer daño a un adulto, martiriza a un niño con el consentimiento de sus padres. Es una de las muchas barbaridades de lo que se llama civilización.
Al año de casado murió su madre. Otro platal a la hucha. Nunca podrás formarte idea de las barbaridades a que se entregó al verse dueño de tanto dinero y de una mujer que no sabía más que rezar y afligirse por los desenfrenos de su marido..., porque fue un cerdo, créeme; un glotón soez de todos los vicios.
Palabra del Dia
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