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Actualizado: 7 de junio de 2025
Nada: ella es siempre la misma. Aún me parece más cariñosa, más apegada a mis intereses, más amante, más diligente.... Entonces, mentecato, hombre bobísimo y pueril, digno de salir por esas calles con babero y chichonera, ¿por qué vacilas, por qué temes?... Adelante y cúmplase mi plan, que tiene algo, ¡barástolis! algo, sí, de inspiración divina.... ¡Ah! ya vienen los malditos dolores.... ¡todo sea por Dios! ¡Oh! ¿por qué te me has torcido en el camino del Cielo, oh pierna?...
Pues me gusta la santidad de estas traviatonas de iglesia... ¡Ja ja ja!... gritó la infame puesta en jarras y mirando en redondo a todo el concurso de recogidas . Se encierran aquí para retozar a sus anchas con los curánganos de babero... ¡Ja ja ja!... ¡qué peines!... y con los que no son de babero. Muchas recogidas se tapaban los oídos.
Apuradillo se vió el rey Buby para escribir la carta; pero consiguiólo al cabo, y no sin grande suerte, pues tan sólo llegó á mancharse de tinta los cinco dedos de cada mano, la punta de la nariz, la oreja izquierda, un poco del borceguí derecho y todo el babero de encajes desde arriba hasta abajo.
Sí; y además a procurar que se vean ustedes. Don Juan, fingiendo no haber oído, siguió: Si no está casada... aceptará, y si lo está, saldremos de dudas. Don Quintín, puesta de babero la servilleta y empuñando una pata de pollo frío, se balanceó en la silla, riendo como un sátiro viejo.
El comedor estaba lleno de parroquianos de todas las trazas, que observaban prolijamente a los recién llegados y, a no interponerse entre unos y otros la figura amable de Melchor y la respetada de Baldomero, habrían pasado un mal rato los dos viajeros, pues cuando Ricardo se puso la servilleta en el cuello como un babero, bajo su cara afeitada, dijo un paisano que estaba cerca: ¡Parece un «flaire» que va a decir misa!...
Había sido cura de tropa, y a las monjas no les acababa de gustar la marcial diligencia de su capellán. Más tarde celebraba don Hildebrando, cura francés de los de babero, el cual era lo contrario que Pintado, pues estiraba la misa hasta lo increíble.
La importación de los nuevos estilos de piedad, como el del Sagrado Corazón, y esas manadas de curas de babero expulsados de Francia, nos han traído una cosa buena, el aseo de los lugares destinados al culto; y una cosa mala, la perversión del gusto en la decoración religiosa.
Palabra del Dia
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