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Además, vivieron mucho tiempo concentrados en las costas, dejando el resto del país a los salvajes, avanzando lentamente, con paso seguro, hasta que, casi en nuestra época, de un solo golpe se desbordaron por la enorme extensión, decididos a acabar con el indio, refractario a la cultura; y el indio acabó... España, desde el primer momento quiso verlo todo, explorarlo todo.

Avanzando cautelosamente para no caer en alguna emboscada, el Capitán y Cornelio llegaron bien pronto al pie de las primeras rocas, y las escalaron con no poco trabajo, por ser muy escarpadas. Echaron una ojeada desde la cima a la vertiente opuesta. Extendíase ante ellos un pequeño llano ligeramente ondulado, con algunos grupos de árboles esparcidos acá y allá.

Al estar cerca de él, vió que era un hombre; al alejarse, reconoció al tío Caragòl. Nadaba lo mismo que los locos y los ebrios, con un esfuerzo sobrehumano que hacía salir fuera del agua la mitad de su cuerpo á cada uno de los braceos. Miraba ante él como si pudiese ver, como si tuviera una dirección fija, sin vacilar un instante, avanzando mar adentro cuando se imaginaba ir hacia la costa.

Apenas si, de tiempo en tiempo, les prestaba alguna atención. Una voz sonó de pronto en una risa argentina: ¿Cómo? ¿Platel está aquí y todavía no se le ha oído? ¡es inverosímil! Mabel reclama su trovador exclamó Diana. ¡Aquí está! gritó alegremente Platel, avanzando hacia el círculo formado por las jóvenes.

Se la representó avanzando entre los fieles arrodillados, alzada hacia el altar su cara ligeramente atónita, bajo el ancho sombrero. Había ella adquirido para su pensamiento un prestigio inasequible. ¡Pero Muñoz, Muñoz, aquí está Lucía! exclamó Charito, ¡salúdela! Se levantó sorprendido, confuso, ante la joven que le miraba con su gesto de amable curiosidad. En ese momento apareció Adriana.

Damas de idéntico color ostentaban las últimas modas de París, balanceando con orgullo las caderas y sus enormes vecindades, avanzando el belfo desdeñoso bajo el ala de un sombrero floreado.

La calle le parecía tan grande, que no conocía distancia alguna á que referirla, pues para ella las casas hacían horizonte, y aquella gente que venía se le representaba como un mar agitado sordamente, y avanzando, avanzando como si quisiera tragarla. Sin deliberar volvió atrás y bajó hacia el Prado. El gentío bajaba también: sordo rumor resonaba en la calle.

Vió Edwin cómo algunas damas que se paseaban con sus hijas por las terrazas del blanco palacio huían apresuradamente, cual si se acercase un peligro. Distinguió igualmente cómo iban avanzando por la costa varias compañías de arrogantes muchachas de la Guardia.

La mayor parte del populacho se precipitó como un torrente en pos de ellos. Aguirre se había retirado hacía más de una hora, y Ramiro, bajando del taburete, se confundió con la muchedumbre, avanzando luego, sin ideas, sin designios, cual trágico despojo que arrastran las olas.

Como los dos querían evitar un encuentro con los grupos que regresaban al pueblo, siguieron avanzando lejos del río, por donde empezaba á elevarse el terreno, formando la pendiente de la altiplanicie pampera.