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Era un antiguo tenor que había tenido su hora de éxito allá por los tiempos del Statuto, cuando Víctor Manuel era todavía rey del Piamonte y los austríacos gobernaban Milán.

Atravesaron posiciones ocupadas por batallones carlistas. Entre los jefes había muchos extranjeros con flamantes uniformes austríacos, italianos y franceses, un tanto carnavalescos. A media tarde comieron en Lezaun y, arreando las caballerías, pasaron por Abarzuza.

Hasta el día 10 de marzo de 1814 el diario no es más que un confuso relato de maniobras de los ejércitos austriacos y franceses, que toman y vuelven a tomar, cada uno a su vez, la ciudad de Mâcón y demás poblaciones vecinas.

Nos tienen arruinados. Alfonso está en Milly, en donde hay igualmente unos trescientos hombres; cuatro oficiales se alojan en la casa con sus caballos y sus asistentes. Se están temiendo siempre nuevas batallas; sin embargo, creo que se irán alejando de estos contornos, porque las tropas francesas se encuentran junto a Villafranca, y los austriacos entre esta ciudad y sus cercanías.

Si esos pueblos que usted nombra, las Austrias y las Prusias, fueran como Navalagamella, la canalla no los hubiera vencido, y se conoce que todos los austriacos y prusiacos son gente de mucha facha y nada más. No se dice prusiacos, sino prusianos indicó enfáticamente a su esposa el Gran Capitán. Bien, hombre: los rusos y los prusos, lo mismo da.

Los partidos franceses, italianos, rusos, alemanes y austríacos tienen allí, con mas ó ménos persistencia, órganos de libre accion moral; lo que hace que el periodismo belga tenga en Europa una importancia muy considerable.

Pero ahí, hacia la derecha, se remataba a los rusos y austriacos del modo más admirable. ¿No veis los pantanos de Satzchan? A lo lejos brilla su engañosa superficie; están helados, y los rusos, impelidos por Soult, se precipitan sobre ellos.

Llegaban entonces trenes de lujo directamente de Londres, de Viena, de Berlín, de todos los extremos de Europa. La plaza del Casino era una Babel; en torno del «queso» paseaban todas las razas y sonaban todos los idiomas. Ahora resultaba lamentable la ausencia de los rusos, jugadores fogosos, y también de los austriacos y los turcos.

Y cuando se han atracado de todo esto hasta no poder más, gritan con la boca llena: ¡schokolate, schokolate! ¡Dios mío! ¡Dios mío!... ¿Cómo vamos a alimentar a esta gente? Ya que la cosa es muy difícil dijo el cazador ; los grajos nunca tienen bastante queso. Pero, vamos a ver, ¿dónde están esos cosacos, bávaros y austriacos? Desde Grand-Fontaine no hemos encontrado ni uno solo.

Los austriacos se acercan y lo que se trata de saber es si los dejaremos pasar o si tendremos el valor de defendernos. ¡De defendernos! exclamó la anciana, cuyas pálidas mejillas se estremecieron . ¡Si nosotros tendremos el valor de defendernos!