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Actualizado: 3 de junio de 2025


Al fin aceptaron, exigiendo únicamente que el gigante saliese con su nuevo vestido de hombre, para que la muchedumbre se convenciera de que se habían cumplido las órdenes gubernamentales. Una larga fila de cargadores entró en la Galería llevando á cuestas el nuevo traje, enrollado como un gran toldo. Rió Gillespie cuando estos atletas lo extendieron bajo su vista.

Obedeciendo sus indicaciones, un grupo de atletas había corrido á lo alto de la mesa para manejar la grúa que subía los alimentos. Ocupando su plato-ascensor pudo llegar á la vasta planicie de madera, sin necesidad de trotar por las fatigosas espirales.

La conquista de un kilómetro de terreno representa ahora más que hace un siglo el asalto de una fortaleza de piedra... Ni unos ni otros van á avanzar en mucho tiempo. Tal vez no avancen nunca definitivamente. Esto va á ser largo y aburrido, como las peleas entre atletas de fuerzas equilibradas. Pero alguna vez tendrá fin dijo Desnoyers.

Una mirada de profunda antipatía era lo único que a veces dejaba entrever el pugilato espiritual de aquellos dos atletas del pensamiento. Villalonga, que era observador muy picaresco, aseguraba haber descubierto entre Aparisi y Casa-Muñoz un antagonismo o competencia en la emisión de palabras escogidas.

Su cabeza hacía recordar las de los atletas griegos tales como las ha eternizado la escultura, tipo que reaparece con una frecuencia inexplicable en las razas nórdicas de Europa: la nariz recta, la cabellera de cortos rizos invadiendo la frente baja y ancha, el cuello vigoroso. Se hallaba tan ensimismado en el estudio de sus papeles, que no vió llegar á Flor de Río Negro.

Una vez eran dos atletas del Parlamento, que del uno al otro lado del salón se lanzaban mutuamente los dardos más agudos y los dicterios más envenenados: partido sin pudor, grupo faccioso, hombre funesto, pandilla hambrienta...

Ya no es tiempo de hablar, es tiempo de obrar. Bien lo dijo este señor anoche: "Adelante en el camino; retroceder es la muerte; pararse es la infamia." Yo lo hubiera dicho lo mismo; sólo que yo no me he decidido á hablar todavía; pero si llego á enfadarme.... ¡Bien, bien! chillaron muchas voces. Lázaro sudaba con impaciencia y angustia. No sabía cómo romper aquel círculo de atletas que le rodeaba.

Del mismo modo que ella para librarse de las persecuciones iba vestida de mujer, su amante había abandonado el traje femenil, imitando la semidesnudez de los atletas condenados á las faenas rudas. La suciedad propia de su estado le servía para disimular su rostro.

Los enamorados, al verse protegidos por esta muralla de carne y de lienzo, sin miedo ya á la curiosidad del cortejo universitario, corrieron el uno hacia el otro. El hombre echó atrás sus velos femeniles. Efectivamente, era Ra-Ra. Los dos se abrazaron y empezaron á besarse, sin prestar atención al grupo de atletas, que presenciaban sus arrebatos con impasible estupidez.

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