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Actualizado: 5 de noviembre de 2025
Pasado el último montón de roca triturada y arcilla, cruzando la última disforme hendidura, ¡cómo abrían sus largas filas para recibirles los hospitalarios árboles! ¡Con qué indefinible alegría los niños, no destetados por completo del pecho de la generosa madre común, se echaron boca abajo sobre su rústico y atezado seno con extrañas caricias, llenando el aire con su risa! y ¡de qué manera doña María, esa persona felinamente desdeñosa y atrincherada siempre en la pureza de su apretada falda, cuello y puños inmaculados, lo olvidó todo y corrió como una codorniz, al frente de su nidada hasta que, saltando, riendo y palpitante, suelta la trenza de cabello castaño, el sombrero colgando del cuello por una cinta, dio de repente en lo más espeso del bosque con el malaventurado Sandy!
El capitán, hombre de cuarenta años, de mediana estatura y recias espaldas, rostro atezado, barba negra cerdosa, pesado y macizo como su navío, los esperaba de bruces sobre la cornisa de la obra muerta. Acompañábalo Velázquez. La Esperanza, que así se nominaba la corbeta, iba á la América del Sur por carga de cacao, llevándola heterogénea de algunos productos de la Península.
Y de repente se echó a reír. ¡Por vida de! exclamó; no le hemos dado mal sofocón a Miguel el Negro. ¡Vamos, vamos! repetí. ¡Y no es malo tampoco el que le espera! añadió con aviesa sonrisa que acentuó las arrugas de su atezado rostro. Corriente, joven, volveremos a Estrelsau. El Rey estará otra vez mañana en su capital. ¿El Rey? ¡El Rey coronado hoy! ¿Está usted loco? exclamé.
Estos indios eran de un color bastante atezado, de mediana estatura y de facciones muy afeminadas; su carácter era apacible y dócil; nada se sabe por lo demas acerca de sus costumbres ántes de la conquista. El idioma de que hacian uso era enteramente distinto de la quichua y de la lengua tacana.
Los gritos de adentro y el sinnúmero de caras que asoman sobre la borda mirando á los del bote que llega, le parecen el alma diabólica y multiforme de aquel monstruoso cuerpo en cuyos antros va á desaparecer quizá para siempre, el hijo de su amor. El atezado rostro de tía Nisca se vuelve lívido. Andrés, por el contrario, se entusiasma más y más según que se acerca á la fragata.
Palabra del Dia
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