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Actualizado: 18 de junio de 2025
Atenas supo engrandecer a la vez el sentido de lo ideal y de lo real, la razón y el instinto, las fuerzas del espíritu y las del cuerpo. Cinceló las cuatro faces del alma. Cada ateniense libre describe en derredor de sí, para contener su acción, un círculo perfecto, en el que ningún desordenado impulso quebrantará la graciosa proporción de la línea.
Al visitarle Julio, lo presentaba con orgullo á sus amigos, faltando poco para que le llamase «querido maestro». El tango acaparaba todas las conversaciones. Hasta en la Academia se habían ocupado de él, para demostrar elocuentemente que la juventud de la antigua Atenas se divertía con algo semejante... Y Lacour había soñado toda su vida con una república ateniense para su país.
Y aún será mayor el asombro de éste cuando su sabio guía toque ciertos resortes, abra ventanillas en el vientre y en el pecho a las figuras mencionadas y hasta les levante con suavidad y sin el menor daño la tapa de los sesos. El ateniense exclamará entonces, como el personaje de una aplaudida zarzuela: Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad.
En el fondo del pabellón, frente a la puerta, estaban los colosos de esta asamblea silenciosa e inmóvil; los Doce Apóstoles, barricas enormes de roble tallado y lustroso como si fuesen muebles de lujo; y, presidiéndolos, el Cristo, un tonel con tiras de roble esculpidas en forma de racimos y pámpanos, como un bajo-relieve báquico de un artista ateniense.
Al ver esta iglesia, me parece que estoy en el campo; creo como oler romero ó tomillo. Penetramos, y bajo estas bóvedas encuentro lo que no encontré en la Magdalena; lo que no hallé tampoco en el Panteon, espléndida creacion ateniense. Reina aquí cierto espíritu vago y silencioso, que nos reconcilia con la idea de Dios.
Las treinta y cuatro columnas, altas, delgadas y sencillas, que sostienen la plataforma de esta gran fábrica, dan al edificio una gracia ateniense, fantástica, aérea; parece que nadan por la atmósfera. Aquellas columnas tienen la arrogancia atrevida y la idealidad misteriosa del obelisco.
Palabra del Dia
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