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Actualizado: 27 de junio de 2025


Belzoni, Voyage en Egipte et en Nubie, tomo I, págs. 27-31. Michaud, Correspondence d'Orient, tomo V, págs. 30-31, 248-252 y 255-257. Description de l'Egipte, tomo XXIII, 2e partie, pág. 442. Hammer's Schirin, en el prólogo, L. 28. El autor de esta historia asistió en Brussa, en el Asia menor, á una representación semejante á la descrita por Hammer, que contaba los amores de Yusuff y de Guleika.

Murió en 31 de Mayo de 1799, y se le hizo el entierro el 4 de Junio siguiente, al que asistió todo el pueblo y cuantas niñas y niños había en la Misericordia.

En los primeros meses de curso asistió unas cuantas veces a la Universidad: los profesores le aburrieron: usaban todos una jerga filosófica que le parecía necia e incomprensible.

Un día, después de muchas vacilaciones, lo vendió el marqués para la plaza de Pamplona, y asistió a la corrida. El de Moraima conmovíase recordando el suceso; sus ojos se ponían mates con el empañamiento de la emoción. No había visto en su vida toro como aquel.

Andrés Garín, uno de los testigos, el cual no se apartó de la casa en aquellos días; le administró el Viático con permiso del cura de la parroquia; asistió á la Extremaunción, y le ayudó á morir, formando convencimiento de haber finado santamente en el Señor por la piedad y devoción.

No les cuesta, pues, gran trabajo, decidirse a dejar este mundo cuando se les ofrece mil piastras y tres días para comérselas. Mi marido aceptó a los substitutos, asistió al suplicio e hizo las paces con el ingenioso Gu-Ly, llegando en su clemencia hasta invitarle a comer al día siguiente con los magistrados que se habían hecho sustituir.

Hemos leído en el librejo del duque de Frías que, en la primera visita de cárceles a que asistió el conde, se le hizo relación de una causa seguida a un caballero de Quito, acusado de haber pretendido sublevarse contra el monarca.

En noches sucesivas don Juan asistió con frecuencia al cuarto de Cristeta, y por el lenguaje que usó con ella comprendió la muchacha que había producido honda impresión en aquel hombre: mas no llegó a tener que aceptarle ni rechazarle categóricamente.

UN CAMPESINO. Para usted y para todos, señor marino. EL MARINO. Para más ¡por Santiago! ¿No estaba yo a bordo del guardacosta que le dio caza? MUCHAS VOCES. ¡Cómo, señor! ¡Usted asistió a ese espantoso combate! ¡Virgen santa! ¡y aun vive! EL MARINO. Afortunadamente habíamos comulgado la víspera; a no ser por eso el demonio nos hubiera arrastrado al fondo del infierno.

Sólo con recordar la dulzura de San Agustín al reconciliarse en su cátedra con un amigo que asistió a oírle, del cual vivía separado, sentía Ana inefable ternura que le hacía amar al universo entero en aquel obispo. En el mismo instante juraba don Carlos que el cristianismo era una importación de la Bactriana.

Palabra del Dia

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