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Actualizado: 15 de junio de 2025


Acabada la misa, vuelto el sacerdote a la sacristía, apagados los cirios y dispersos los asistentes, Elena se levantó y dio la vuelta a la iglesia deteniéndose en cada altar pare una oración o una reverencia. Hasta la vi enviar piadosos besos a sus santos favoritos.

»¡Que Dios le reciba en su seno! dijo el prelado al moribundo. »Comenzó a recitar las oraciones de la Iglesia, a las que los asistentes contestaban, y después echó sobre su frente el óleo santo. »Un rayo de alegría brilló en los ojos del Conde, estrechó la mano de Teobaldo, me tendió la otra, y díjome con dulzura: »¡Perdóname!... »Y el cielo abriose para él.

Las escenas siguientes representan esta fiesta, descritas con la más viva y brillante poesía. Los asistentes á ella se abandonan sin reserva á sus danzas y cantos, sin aprensión ni temor alguno, cuando de repente se presenta armado Don Pedro y roba á la bella Angélica. El fugitivo Don Luis llega también al mismo paraje, después de consumado el rapto.

En Sevilla, por ejemplo, fueron en vano las amonestaciones de los Asistentes de la ciudad y las predicaciones de no pocos frailes, que tomando muy á pecho esto de que las damas no lucieran sus lindos rostros por calles y plazas, llamaron al manto arma de Satanás, cubierta del pecado, etc., amenazando con el enojo de la divinidad y hasta con las eternas penas de los profundos infiernos.

La presencia de dos personas que traen aún encima el polvo del camino, en un gabinete de elegancia y buen tono, no pudo menos de producir en los asistentes cierta sensacion impregnada á la vez de lástima y de burla. Afortunadamente mi mujer y yo conocemos bastante bien lo que valen dos francos: con dos francos se compran unos guantes color de caña.

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