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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Un viejo papú, de alta estatura, con la cabeza adornada de plumas de aves del paraíso, y liada a la cintura una banda de tela que le caía por delante, se acercó al Capitán y le dijo en lengua malaya: ¿Dónde está mi hijo? ¿Tu hijo? exclamó Van-Stael . ¡No sé quién es! Había venido aquí para matar al jefe de los arfakis. No lo he visto. ¡Mientes! gritó el papú . ¡Tú lo has matado!
El papú, supersticioso como todos sus compatriotas que creen en los genios del mar y de la noche, se guardó muy bien de tocar el papel. Al contrario, temiendo que fuera un poderoso maleficio, apresuróse a dar la orden de marcha. Convencido de que su hijo había sido muerto por los arfakis o por sus prisioneros, volvía a su aldea.
Hemos naufragado en estas costas, arrojados por la tempestad, y trataba de llegar al río Durga, para luego ir a las islas Arrú y desde allí volver a mi patria. ¿Y no has visto a los arfakis? Ni a uno siquiera. ¿Qué es lo que ha ocurrido a mi hijo? ¿Pero cómo quieres que lo sepa? ¿Son amigos tuyos los arfakis? Si los hubiera encontrado, me habrían comido.
En él se veían algunas palabras escritas con el zumo de una planta. Leed, señor Cornelio le dijo, intregándole el pedazo de papel. El joven lo estiró, y leyó: "Prisioneros de los salvajes. Nos llevan hacia el Durga. Van-Stael." ¡Han sido sorprendidos y hechos prisioneros exclamó Horn ; ¿pero, por quiénes? ¿Por los papúes o por los arfakis? ¿Los harán esclavos, o se los comerán?... ¡Uri-Utanate!
El jefe, que estaba muy conmovido, lo estrechó contra su pecho, diciendo: ¡Vivo!... ¡Vivo mi hijo!... Sí, padre. Los arfakis, como ves, no me pudieron matar. Luego, dirigiendo una mirada alrededor, preguntó a su padre: ¿Has hecho prisioneros a unos hombres blancos? Sí respondió el jefe. ¿Dónde están? ¡Quiero verlos! En mi cabaña.
Su espera no fué larga, pues poco después llegaba un salvaje desnudo como los demás arfakis, pero de estatura más alta, adornado de dientes de cuadrúpedos y conchas de tortuga y dos grandes aros de metal pendientes de las orejas. En la cabeza llevaba un gran penacho de plumas de colores. Debe de ser un jefe dijo Horn a Cornelio.
Palabra del Dia
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